Pedro Sánchez ha movido ficha. Se presenta. “Seré vuestro candidato a la secretaría general del PSOE”, dijo en la tierra de Susana Díaz, su gran adversaria interna, ante un auditorio que esperaba ansioso el anuncio. Sánchez estuvo arropado por Francisco Toscano, el alcalde de Dos Hermanas; el diputado nacional Odón Elorza; el que fuera candidato a la Secretaría General del PSOE José Antonio Pérez Tapias, ahora a su lado, y la diputada asturiana Adriana Lastra. Cada acompañante significaba un mensaje: Toscano, un andaluz frente a Susana Díaz; Elorza, un vasco alternativo al otro candidato, Patxi López; Pérez Tapias, un socialista andaluz situado a la izquierda, y Lastra, una socialista de la tierra del presidente de la gestora, Javier Fernández.
El aparato de la gestora del PSOE se guarda la carta de Susana Díaz. Alguien echó por delante a Patxi López, con la intención de que éste erosionase la influencia de Pedro Sánchez, para disuadirle de ser candidato o para dificultarle su crecimiento hacia la centralidad del PSOE. De ese modo, alguien creyó que podría ningunear a Sánchez para lanzar mensajes de unidad que Patxi López debería saber entender para mayor gloria de Susana Díaz. Un esquema clásico de la vieja política que está por verse si funciona. De entrada, Sánchez juega fuerte y ya veremos cómo acaba. Tal vez el principal problema que se le viene encima al PSOE es de unidad. Entre Susana Díaz y Pedro Sánchez existen a día de hoy profundas diferencias ideológicas, de nivel similar al de sus diferencias personales, que también pesan lo suyo. Pero Susana Díaz tiene la ventaja de representar al único socialismo que tiene muchos votos en España: el andaluz. Es verdad que cada vez menos, pero más que cualquier otro barón. Lo que le falta a Susana Díaz en la mitad norte de España lo tiene en alguna medida Patxi López, de ahí que alguien pensase en él para la jugada de frenar a Pedro Sánchez.
El PSOE triunfó y supo conducirse cuando el socialismo andaluz y el catalán fueron de la mano. No es el caso de ahora, en el que el socialismo andaluz reniega del catalanismo, lo cual le ofrece una ventaja a Pedro Sánchez. Pero a día de hoy el PSC no pesa lo suficiente como para ser una alternativa al socialismo andaluz dentro del PSOE. Lo normal en estos casos en los que nadie controla la situación es pactar las diferencias: construir un nuevo relato y tal vez incluso una nueva cultura política dentro del PSOE. Los tiempos del andaluz Felipe González y el catalán Narcis Serra quedan ya muy atrás, incluso la era de Zapatero y Maragall ha quedado superada por los acontecimientos. Es preciso que el PSOE encuentre un nuevo modelo, sin mirar atrás.