El Partido Popular tiene por delante un panorama complicado por causa del reciente resultado electoral. El declive de sus finanzas obligará a prescindir de buena parte de su numerosa plantilla, y su actual prioridad es evitar que Ciudadanos le adelante en las elecciones del 26 de mayo, tras las que reducirá todavía más su presencia institucional.
Cuatro días después de invitarles a entrar en el gobierno, Pablo Casado descubrió que Vox es un partido ultra-derechista. Al parecer nadie se lo dijo.
Para que este giro estratégico de última hora resulte creíble, tiene que regresar a los mandos la “derechita cobarde” marginada con muy mal estilo, y no es nada fácil. En junio de 2018, los militantes del PSOE se rebelaron épicamente y repusieron a Pedro Sánchez, pero ni la estructura orgánica de ambos partidos, ni el carácter de sus respectivos afiliados se parecen. Rivera se frota las manos.