Algunos partidos políticos ya no saben con quién emparejarse, sobre todo los más recientes que todavía andan un poco despistados en esto de las coaliciones, enseñan las plumas como pavos reales, atraen parejas pero les puede la inseguridad, quieren ser dominantes, como gallos de pelea, pero tampoco están dispuestos a comprometerse demasiado, no vaya a ser que la pareja salga respondona. En fin, que la política además de hacer “extraños compañeros de cama”, también provoca matrimonios de conveniencia o de inconveniencia, según se mire. Los progres buscan pareja “porque se lo manda el pueblo”, para echar a la derecha. Otros, más de centro, por despecho de un primer intento, que se comprometió a hacerles caso y a comerse las lentejas, pero como si quieres arroz Catalina. Otros lo que quieren es aprobar presupuestos o sacar adelante normativas, que no hicieron en su momento. Casi todos estos emparejamientos políticos acaban como el rosario de la aurora, tirándose los trastos a la cabeza o con los nacionalistas por medio intentando sacar tajada.
Es verdad que yo mismo, más de una vez, he abogado en esta columna por el entendimiento entre partidos, sean del signo que sean y siempre en función del bien común o general. Pero, una vez más, eso nada tiene que ver con los pactos que plantean los políticos, estos siempre están en función de cuotas de poder y de resultados electorales, presentes y futuros. Como tantos enlaces, solo buscan la felicidad a corto plazo y nada de sacrificio. Si la pareja se vuelve respondona, divorcio al canto, me voy con la oposición y, si cuadra, te hago una moción de censura ¡Toma por malo y corrupto! Que yo todavía soy muy guapo y estoy en edad de merecer.
No sé de quién será el futuro, el presente es un barullo de coaliciones, que tiene en Cataluña el ejemplo más paradigmático. Sólo hay que ver a los señoritos de la antigua Convergencia con los de la CUP y con los de Esquerra por en medio, aquello es un “ménage à trois” o a cuatro o a cinco, ya ni se sabe. Y mientras los de Unió, que tenían verdadera vocación matrimonial, siguen solteros. Bien es verdad que la cohabitación en Cataluña, tan difícil de entender, si algún sentido tiene es el de mandar a freír puñetas al resto de los españoles.
Yo no sé si hace falta, volviendo al conjunto de España, un pacto nacional o varios, para salir al paso de tanto desaguisado y tanto desafuero, para acabar con la corrupción, mejorar la enseñanza, mantener la sanidad y todos eso que tanto nos preocupa: el paro, la seguridad, el futuro de las pensiones, etc. Pero el camino no son estos posicionamientos que solo buscan beneficios a corto plazo y jorobar al adversario.