Rememorando sin ánimo despectivo el título del álbum que allá por los años ochenta lanzaron los innovadores muchachos de Siniestro Total, menos mal que a la socialdemocracia europea le queda Portugal. Porque si hasta hace más bien poco el rojo teñía buena parte del núcleo duro europeo, ahora, tras las más recientes derrotas en Alemania, Francia y posiblemente en Italia en las generales de no tardando, a la socialdemocracia de nuestro entorno comunitario sólo les queda el país vecino.
El Partido Socialista (PS) de Portugal acaba, en efecto, de conseguir los mejores resultados de su historia en unas elecciones municipales: 38 por ciento de los votos y 158 alcaldías, ocho más que hace cuatro años, del total de las 308 del país. Aunque con una abstención del 45 por ciento (casi la mitad del censo electoral), la subida se produce a costa de ambas bandas del espectro político: de su socio de Gobierno, el Partido Comunista, y de la oposición conservadora, el PSD de Passos Coelho, con estrepitosas derrotas de éste en plazas fuertes como Lisboa y Porto.
Y ello, a pesar del más que cuestionada manejo que el Ejecutivo del primer ministro Costa hizo de la tragedia del incendio de Pedrógrao Grande, que en junio de este año dejó 64 muertos; el mayor punto negro de sus casi dos años de mandato. Ha ayudado la situación económica general, que registra la mejor bonanza desde que allí circula el euro y el más bajo nivel de paro desde 2008 (8,9; esto es, dos décimas por debajo de la media de la zona euro). Como referencia cabe recordar que España anda en el 17,1 por ciento de la población activa.
Lo cierto es, con todo, que la socialdemocracia sigue desdibujándose en Europa; deteriorándose progresivamente. Algo más lejos del ya referido grupo de países fundadores de la UE, resisten Austria, aunque se pronostica que bien puede perder las generales del domingo que viene, la República Checa (tocan elecciones en enero) y Eslovaquia, puestos bajo crítica generalizada por la contestación que vienen haciendo a la acogida de refugiados.
Las políticas de austeridad por ella también aplicadas, el auge o irrupción de opciones populistas que han fragmentado el mapa político, y debates como la emigración y la globalización le han descolocado. El hecho es que no termina de encontrar su nuevo encaje y abandonar la tierra de nadie en la que se encuentra. Huérfana de ideas, programas alternativos y líderes solventes (nuestro Pedro Sánchez puede constituir el mejor ejemplo), no halla el camino para no ser relegada por los populismos de izquierda.
Más aún: hay observadores que ven difícil que la socialdemocracia remonte y recupere el apoyo de tiempos pasados. Corresponde –dicen– a un tiempo histórico muy concreto y su momento ha pasado. Su mensaje apenas se distingue de otras ofertas y es difícil que perviva. Máxime con la competencia de los populistas.