Como todas las causas perdidas y aquello que no goza de buena salud, los periodistas también tenemos nuestro día especial en el calendario. Se celebra el 24 de enero, festividad de San Francisco de Sales, que es el que hemos elegido como patrón de la profesión, no tanto por el hecho de que fuera obispo de Ginebra –de la ciudad, de su querencia al gintonic no han llegado datos hasta nuestros días– como por su interés en escribir de forma sencilla para que sus feligreses entendieran lo que quería explicarles. Vamos, lo que viene siendo un periodista.
En A Coruña lo celebramos, como ya es tradición, con un cocido entre amigos y, solo con la intención de honrar al patrón, algún combinado de ginebra. Son momentos en los que nos reunimos para vernos, aunque solo sea una vez al año, quejarnos de lo mucho que trabajamos y comentar lo mal que va la profesión. Lo último es especialmente cierto; la crisis nos ha golpeado duro y de verdad porque, seguramente, en unos cuantos años tendrán que edificarse casas como se hacía antes y arquitectos y albañiles volverán a ser profesiones útiles y necesarias pero, ¿para qué sirve un periodista?
Algunos opinarán que, en realidad, un periodista no sirve para nada porque cualquier avispado con un teléfono móvil y una cuenta de Twitter o de Facebook y un blog puede informar de lo que está pasando y, en ocasiones, mejor que muchos de nosotros. No nos engañemos, ser periodista nunca ha tenido el mismo estatus que ser médico o abogado, algo que nuestras familias hubieran preferido para no tener que bajar la voz cuando explican a algún vecino a qué nos dedicamos y, al mismo tiempo, evitar nuestra vida de ovejas descarriadas y de horarios sin horario ni fecha en el calendario.
Sin embargo, en los últimos años, el desprestigio ha ido a más. Para muestra, el botón del abrigo de Ana Romero que tanto encandiló a Pablo Iglesias, quien prefirió alabar la prenda antes que responder a la pregunta que le hacía la veterana periodista. No es la primera vez que pasa; de hecho, es habitual en las comparecencias de los entrenadores de fútbol, especialmente cuando han perdido. Un ejemplo del desprecio que sufre la profesión y eso cuando las ruedas de prensa incluyen preguntas, una modalidad que estrenó Zapatero y continuó luego sin ningún pudor Mariano Rajoy.
Hay muchas razones para el descrédito: la mezcla, sin pudor, de información y espectáculo, sobre todo en televisión; la falta de medios en los medios y la precariedad no ayudan a hacer un buen trabajo pero, mientras haya una historia que contar, hará falta un periodista. La prueba está en que los medios han perdido fuelle pero la credibilidad sigue estando en los profesionales que se comportan como tales.
El periodista Xabi Blanco, compañero de batallas en alguna redacción que hoy ya no existe, tenía una frase para cuando alguien llevaba un reportaje interesante o sacaba una buena entrevista: “Te sales”, le decía siempre al muchacho o muchacha en cuestión. Me gusta pensar que todavía hay muchas historias ahí afuera para contar y que la crisis del periodismo, igual que otras muchas, también tiene fecha de caducidad. Que haremos nuestro trabajo un poco mejor cada día y que podremos decir con orgullo que nuestro patrono es San Francisco “Te Sales”.