Pocas veces me ha costado tanto trabajo escribir como hoy. Lo acontecido alrededor de la repatriación del religioso Miguel Pajares me ha dejado con pocas palabras por culpa de las voces que se levantaron en contra de la decisión de traer a casa al hoy ya fallecido Miguel. Pero la pena no me impide felicitar al equipo que lo trajo a España. De nuevo demostramos que somos capaces de resolver cualquier reto y que la preparación de nuestros técnicos es excelente. Por tanto, felicidades y gracias a toda el equipo que participó en la repatriación y atención en el Hospital. Miguel tenía 75 años y como saben era religioso de la orden de San Juan de Dios. Según he leído, a los 12 años ya colaboraba con la Orden Hospitalaria que se dedica a auxilios médicos en donde son necesarios y tiene un prestigio enorme en todo el mundo; sin duda que personas como Miguel ayudan de manera importante a difundir la tan cacareada marca España. Hablamos, por tanto, de uno de los nuestros, además de religioso, que iba por el mundo regalando lo mejor de sí mismo. Por la repatriación de Miguel, el primer debate (al menos el que yo oí), fue quien pagaba los gastos. Me dejaron sorprendido y triste ciertos argumentos de algunos políticos a los que parece que quizás el hecho de que Miguel fuese religioso no les gustó. Hay determinados colectivos que confunden concordatos con españoles que son ejemplo para todos y dan su vida por los demás, sin esperar recompensas. La respuesta dada por parte del representante de la Orden fue un ejemplo de dignidad y clase. Me quito el sombrero y reitero mi admiración por ellos. La segunda discusión fue si valía la pena gastar tanto esfuerzo y correr tantos riesgos para traer a una persona que estaba más muerta que viva. Es triste que cuestionemos tal cosa y no reconozcamos a nuestros misioneros, sean religiosos o no, dándoles al menos un último abrazo y nuestro cariñoso reconocimiento. Al final creo que quizás no seamos tan solidarios como pensamos. Mientras, no puede evitar acordarme de aquellas leproserías de antaño. Gracias por tu vida, Miguel. Descansa en Paz.
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