La desinformación como estrategia

Pasan los días y la esperpéntica visita del ministro Ábalos a Barajas y su encuentro con la número dos venezolana sigue sin aclararse. Es más, la supuesta intervención de miembros del CNI en la vigilancia de Delcy Rodríguez, como narran hoy dos periódicos, suma más confusión a las razones de Estado de la misión de Abálos.

La oposición en el Congreso de los Diputados y, en especial, las bancadas de la derecha, no van a soltar la presa tan fácilmente como el Gobierno esperaba. Puede que no consigan apoyos para la comisión de investigación que pretendían crear, pero Ábalos, quien por cierto es de los pocos miembros del Ejecutivo que mantendrá su acta de diputado, va a sufrir en las sesiones de control el mismo acoso que padeció Rubalcaba por el caso Faisán.

Para acabarlo de arreglar, un Nicolás Maduro muy relajado ha explicado, en una rueda de prensa en Caracas, que los “gobiernos amigos” de Méjico, Argentina y España están mediando para que Estados Unidos retire las sanciones a su régimen. Y gasta bromas sobre el “secreto” de la conversación entre Delcy Rodríguez y Abálos. Si todo este incidente hubiera ocurrido en un Gabinete exclusivamente socialista probablemente no hubiera sido preciso el explicar, de forma inmediata, que hacía Abálos en Barajas, ni mentir tan torpemente. Pero, la presencia de Podemos y su apoyo incondicional a Maduro exigía un relato pormenorizado y veraz.

¿Ha cambiado Sánchez de criterio en la política exterior con Venezuela por exigencias de Pablo Iglesias? Porque si no es así, dígase. ¿O es que el Gobierno sigue la estela de Zapatero y sus, hasta ahora, infructuosas gestiones para llevar al país caribeño a unas elecciones no amañadas? ¿Han descubierto en la Moncloa que Guaidó no tiene la menor posibilidad de desbancar a Maduro del poder y buscan otra vía? ¿Dónde está la ministra de Asuntos Exteriores?

Desde que el omnipotente asesor Iván Redondo ha asumido la responsabilidad de la comunicación del Ejecutivo, el secretismo se ha convertido en la norma. Pocas cosas han sido más contraproducentes para Pedro Sánchez que aquellos famosos retratos en el Falcón. O la fotografía de Pablo Iglesias presidiendo, junto a la ministra de Trabajo, la reunión entre sindicatos y patronal, que ha acabado como el rosario de la aurora. Menos fotos propagandistas y más información. 

La desinformación como estrategia

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