Las dos caras de Galicia

La primera es la cara festiva. Un día como hoy Galicia es una fiesta interminable, en todas las villas, parroquias y aldeas se conmemora algo y los lugareños se reúnen en torno a sus ermitas y santuarios o en festejos gastronómico-culturales que siempre culminan en gratas reuniones familiares en las viejas casas paternas donde se celebran esperados retornos y emocionados encuentros en un país de emigrantes como el nuestro.
Es la vertiente alegre de Galicia que conserva una de las señas de identidad que la distingue como pueblo mientras los cohetes resuenen en los valles y montañas, mientras la música siga alegrando los corazones de la gente, mientras mantenga sus fiestas y romerías.
La cara triste del país es la de los incendios que son como una “santa compaña” que aparece en agosto y deja un rastro de destrucción y muerte. Destrucción de nuestro paisaje único que encierra en sí mismo tanta belleza como jamás pudo soñar artista alguno. Y muerte de la flora y la fauna que representan la vida y la riqueza del país. Además, los incendios atentan contra la vida de muchas personas, que, desbordadas y solas ante el peligro, vuelven a aparecer cubiertas de un manto de ceniza, de impotencia y de tristeza, como víctimas de circunstancias que escapan a su control.
Que Galicia arda cada año es un fracaso de todos. Fracaso político por la dejadez con esta parcela del territorio que conforman los montes que necesita una adecuada reordenación. Fracaso educativo, porque en las escuelas no se inculca el respeto y el amor a nuestro medio natural. Fracaso de la seguridad del Estado, porque después de más de cincuenta años de incendios aún no sabemos quién quema el monte. Y fracaso de la justicia, demasiado complaciente cuando hay sospechas fundadas sobre personas que, año tras año, vuelven a causar incendios.
El problema tiene raíces profundas y los políticos deberían dejar de hacer el ridículo utilizando los incendios como arma contra el gobierno de ahora, igual que hicieron los que gobiernan ahora cuando estaban en la oposición. Acabar con los incendios requiere un plan estratégico de amplio alcance que reorganice y ponga a producir los montes, tarea para varias legislaturas e imposible para un solo partido. Ese plan necesita las ideas de todos los grupos, la colaboración de los propietarios, los estudios de los técnicos y la implicación de toda la sociedad civil. Mientras no se haga, Galicia seguirá ardiendo.

Las dos caras de Galicia

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