Dignidad. Esta ha sido la expresión más repetida a la hora de dar por finiquitada la presencia de la selección nacional de fútbol en el Mundial de Brasil: “España se despide con dignidad”, han dicho muchos. Y como no se consuela el que no quiere, ha bastado un triunfo sobre la modesta Australia para pretender dejar en segundo plano las decepcionantes actuaciones frente a Holanda y Chile. No ha sido, sin embargo, la primera vez que España se ha venido tan pronto para casa.
La Copa Mundial 2014 se presentaba como el último gran reto para la generación del “tiki taka”; del “tocar y tocar”, que explosionó en la Eurocopa de 2008 y alcanzó su cénit en Sudáfrica 2010. Un reto no sólo para dicha generación, sino también para el propio sistema; una manera de jugar que los internacionales del Barcelona –núcleo duro del equipo– trasplantaron a la selección y que ha seguido siendo el sustento operativo de la llamada La Roja. (La verdad es que no sé por qué sistemáticamente se la denomina así, porque casi nunca juega con tal equipación.)
Lo cierto es que jugadores y sistema han fracasado sin paliativos. Y no es que no se viera venir. Porque España alcanzó la ronda decisiva del Mundial de Brasil sin la solvencia con que llegó a Sudáfrica. Tal vez las estrellas del equipo catalán ya no brillaban tanto y con ellas se eclipsó también un sistema de juego de por sí previsible y –para mí– un tanto aburrido si no hay quien lo remate de forma rápida y brillante.
Junto con la dignidad también han menudeado estos días muestras de esperanza de cara al futuro, “Volveremos”, han augurado no pocos. Eso, sin embargo, está por ver. A lo que sí me apunto es a la tesis de que este equipo –y este seleccionador– han cerrado el ciclo de un grupo que sólo podrá ser valorado en su justa medida dentro de unos años. Es decir, con el paso del tiempo. Como en tantas otras cosas de esta vida.
Quienes, visto lo visto, ya han empezado a echar sus números han sido las empresas patrocinadoras de la selección nacional: casi una veintena, que sólo en 2012 generaron a la Federación Española unos ingresos de casi 40 millones de euros.
Lógicamente, quien se ha puesto a ello de forma especial ha sido la cadena de televisión que atesora los derechos de emisión en abierto. Esta, sin ninguna duda, sufrirá un serio revés en su facturación, habida cuenta del menor interés ya del evento y de la probable deserción de anunciantes. De hasta 15 millones de euros, según diversos cálculos. Es uno de los no pequeños efectos colaterales del fracaso deportivo.