Ante esta sobredosis electoral, ante esta palabrería hueca, en cuartetos, tercetos o duetos me entra sueño. Un sueño sin imágenes, sin recuerdos.
Las palabras rodean como cuchillos a los refugiados, al cambio climático, a los programas electorales, a los gestos, sean de derechas o de izquierdas, al miedo, sin tocarlos. Todo es estruendo y me temo que ya estamos quedándonos sordos. Como el zumbido en las orejas de esos músicos que de tanto oír música amplificada su oído es ocupado por un ruido estéril que no les deja crear más. Y luego están los sondeos diarios, semanales, para expandir el tiempo hasta la saciedad, hasta romper el tejido que conforma nuestra comprensión. Nadie arriesga nada, consciente de que no ganará, porque lo importante es perpetuarse, ganar, cometer los mínimos errores, reproducirse, como aquellos Gremlins cuando se mojaban. Ahora, es cansina la generosidad que les entró a todos. El PP promete el paraíso, el edén mientras juega al dominó como si nada hubiese sucedido. Lo de ellos es más grave porque están gobernando y tan pronto como se dio el pistoletazo “donde dije digo, digo Diego”.