A raíz de finalizar confinamiento más largo de Europa, se originó cierta intranquilidad, e incluso desconfianza, sobre la base de los criterios por los que en unos territorios españoles la gente podía salir sin mascarilla, y sentarse en la terraza de un bar a tomarse una cerveza, y, en otros, no. Con esa seguridad con la que los miembros de este Gobierno envuelven la mentira, el ministro de Sanidad informó de que existía un Comité de Expertos, y el propio Sánchez aseguraba, o nos aseguraban de fuentes gubernamentales, de que el presidente se acababa de reunir o iba a reunirse con el Comité de Expertos.
Siendo España un país, donde abundan los científicos con renombre incluso más allá de nuestras fronteras, la existencia del Comité tranquilizaba: no estábamos en manos de un cambiante de opinión, como Simón, o un político sin respeto a la verdad, como Sánchez, sino ante un grupo de expertos responsables. Sin embargo, la desconfianza volvió a surgir, cuando al inquirir los nombres de los componentes de ese Comité, el Gobierno, que tanto presumía de Transparencia, reaccionó como si se le hubiera preguntado por los espías que el CNI tenía desplegados por el mundo, y dijo que eran secretos. ¿Secretos los nombres de científicos que estaban ayudándonos a salir de la pandemia? ¡Qué raro! Se recurrió al Defensor del Pueblo, y el ministerio de Sanidad no ha tenido más remedio que responder, y la respuesta es que NUNCA existió ese Comité de Expertos.
¿Se imaginan que hubiera sucedido algo semejante en una democracia vecina como Alemania o Francia? El escándalo habría sido atronador. Aquí ni se ha producido algo de ruido. El miércoles, en el Congreso, la oposición acusó al PSOE de tratar a los españoles como menores de edad. No creo que sea cierta esa acusación. Para tratarnos como menores deberían tener algo de afecto paternal, pero lo que demuestran es que nos desprecian, y saben que su desprecio no causa ningún efecto. A lo peor es que tienen razón y somos despreciables. Y tenemos el mentiroso Gobierno que nos merecemos.