La manada

Agresión sexual o violación es el acceso carnal con una persona con independencia de su sexo y sin  consentimiento. Es un ataque a la libertad e integridad sexual. 
Este delito lleva aparejada una pena básica de prisión de uno a cinco años, pero que en el caso de que se cometa por la actuación conjunta de dos o más personas puede subir hasta los quince años. Obviamente las penas ante un hecho concreto pueden variar hacia arriba o hacia abajo en función de las circunstancias que concurran. 
Estos días se está celebrando el juicio por la violación presuntamente cometida por cinco jóvenes en Pamplona durante los Sanfermines. Los hechos se ajustan de manera casi perfecta  a determinados comportamientos grupales. Chavales o jóvenes que ven la necesidad de reforzar su masculinidad en grupo, abusando de mujeres en ese afán de superioridad que les identifica como machos y que para ello necesitan difusión pública. Cinco chicos “normales”, donde uno de ellos incluso es representante de la ley, se van a los sanfermines a divertirse. Y para pasarlo bien tienen que exhibir sus dotes masculinas que llevan aparejada agresividad y dominación de la mujer. Cualquiera les vale. 
Solo necesitan dominarla y al mismo tiempo satisfacerse sexualmente. Sin importar el deseo ni la voluntad de la mujer. De esta manera se reafirman, pues es de lo que más hablan en su grupo de whatsApp. De drogas, de juerga y de violar. Por eso salen de caza. Sus tatuajes así lo evidencian. Uno de ellos tiene tatuado un lobo, porque pertenece a la manada. Estos son los que se sientan en el banquillo. Esta  “masculinidad” necesita público. Y también exhibir capacidad de dominio sobre las mujeres, y crueldad; mujeres deshumanizadas al límite para poder verter sobre ellas todo ese miedo a ser considerados poco hombres, y toda esa rabia. 
Las violaciones en grupo, que se dan cada vez más, no son prácticas en las que los hombres violen porque crean que tienen derecho a acceder al cuerpo de las mujeres en cualquier momento, sino que violan porque necesitan demostrarse algo, por eso van juntos y por eso lanzan su hazaña al mundo. Afirman que fue consentido. De que la chica “se lo quiso hacer” con cinco en un portal. Esta es la estrategia de la defensa. Única valida, porque la clave del delito está en el consentimiento. Y en los vídeos, al parecer, en ningún momento habla la chica. 
Además, se ha aportado un video de seguimiento de días posteriores a los efectos de demostrar si la joven se “comportaba o no como una mujer violada”. 
Prueba admisible pero cuya utilidad será nula, salvo que existiesen actos de promiscuidad similar a los que se acusa, que como mucho podría ofrecer a los acusados un indicio (en términos de Derecho) de que su versión pudiera ser real. 
En algunos foros, se la culpa a ella de lo que le sucedió: no debió irse con los agresores, no debió otorgarles esa confianza. No debió olvidar que existen las manadas y que si no tienes cuidado te cazan. Es culpable de no haber asumido que a los hombres hay que tenerles miedo y que hay que estar en alerta permanente y no ocupar según qué espacios, a según qué horas, y  mejor que no vaya sola. 
En Derecho Penal, la duda determina una sentencia absolutoria. Sin embargo, tienen más en contra que a favor. Los mensajes difundidos evidencian un actuar habitual y corriente. 
El grupo se autodenomina La Manada, por lo que no hace falta ser muy listo para interpretar ese nombre. La chica fue encontrada llorando en posición fetal, lo que implica su falta de voluntad en el tema. Si se lo hubiera pasado “tan bien”, tal actitud es contradictoria. Cuando les detienen, no dan la versión del consentimiento. Es un relato posterior, tras consultar a sus abogados. 
Además, están las declaraciones policiales y de testigos que corroboran la versión de la mujer. Y estos machitos tras “pasarlo bien” la abandonan, después de quitarle el móvil y tirar la tarjeta SIM, la de memoria y la carcasa. 
Solo queda atar cabos y que la justicia haga honor a su nombre. 
Emma González es abogada 
 

La manada

Te puede interesar