Un yanqui en la corte de los Windsor

Hacia finales del siglo XIX Mar Twain publicó la novela satírica “Yankee Arthur’s Court”, en la que Hank Morgan, técnico de una fábrica de armas de Connecticut, es transportado a la corte del rey Arturo, en el siglo VI. Teniendo en cuenta que la novela es ficción, y el rey Arturo también, la aparición de Donald Trump en la corte de los Windsor, pisoteando el protocolo, casi parece una película adaptada de otra novela.

Claro, que vivimos tiempos confusos, porque hace un par de años se llevó a cabo una encuesta en el Reino Unido sobre la figura del rey Arturo, entre estudiantes equivalente a nuestro bachillerato, y casi la mitad daban por supuesto que el rey Arturo había existido. Luego nos extrañaremos de que los secesionistas no estén convencidos de que el rey Fernando el Católico no fuera catalán de pura cepa.

¿Se atrevió alguien a decirle a Donald Trump, que había que caminar un par de pasos, detrás de la reina? No creo, pero si alguien se atrevió las risotadas del yanqui estremecerían las paredes.
El fanfarrón no es tonto. Sabe que una Europa desunida es lo mejor para los intereses comerciales del Tío Sam, y ya ha echado mano de su grosería habitual para intentar forzar un brexit por las bravas, que sería una ruina para el Reino Unido y un roto para la Unión Europea. 

Y que pondría a los ingleses bajo su control y a los europeos más débiles para negociar.
Esperemos que su propósito no cristalice y que todo se quede en saludar a la reina Isabel con el enérgico apretón de manos que se reserva a los camioneros, los camaradas de armas, y los amigos del novio. 

Y que el alcalde de Londres, después de ser insultado, no le dé las llaves de la ciudad. Porque lo importante no son las palabras del patán, sino su intención. Y es que detrás de la zafiedad hay un objetivo, y ese objetivo no tiene nada de ficción.

Un yanqui en la corte de los Windsor

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