Todo lo bien que lo había hecho hasta el momento el Tribunal Supremo saltó ayer por los aires, después de que a primera hora de la mañana se filtraran los datos más sustanciales de la sentencia del 1-O que, con casi toda probabilidad se hará pública de modo íntegro el próximo lunes.
Ahora mismo, las miradas están puestas en dos sitios. El primero es el propio Tribunal Supremo. Más que nada por saber si se confirman los datos filtrados por los que nueve de los encausados serían condenados por un delito de sedición. Serían Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Jordi Turul, Jospe Rull, dolors Bassa, Raul Romeba, Carme Forcadell, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez.
Por su parte, en la filtración también se aclara que Santi Vila, Meritxell Borras y Carlos Mundo tan solo serán condenados por un delito de desobediencia. Queda por saber las penas que la sala impondrá, teniendo en cuenta que los abanicos de condena para este delito son muy amplios, ya que oscilan entre los quince y los diez años de reclusión.
Así pues, mientras se atiende a la decisión final del Supremo, la mirada también está atenta a las reacciones que esta condena pueda provocar en Cataluña. Nadie duda de que habrá protestas y reacciones políticas. Pero como sucede con la sentencia, ahora mismo, la gran incógnita es saber el grado que esas movilizaciones alcanzarán.
Está claro que los secesionistas tienen intención de paralizar Cataluña y, además, para ello cuentan con el apoyo de las instituciones autonómicas, prestas a ayudar en lo que haga falta. Y lo peor es que todo esto sucede en medio de una campaña electoral crucial para el futuro de España.
El país necesita salir del bloqueo en el que está instalado y no parece que la resaca que la decisión judicial traerá consigo sea el mejor ambiente para que los ciudadanos acudan a votar. Viene un temporal y todavía falta por saber si los políticos estarán a la altura para ser capaces de capearlo.