No hay más ciego...

na mentira repetida mil veces, no se convierte en realidad. Pero por intentarlo que no quede parece que piensa la administración de Donald Trump. Estados Unidos viene de sufrir un nuevo huracán, Harvey. Su paso por Texas se ha saldado con más de treinta víctimas mortales y unas pérdidas materiales que se cifran en más de 180.000 millones de dólares. 
Un nuevo desastre climático que se compara en magnitud con otro sucedido hace doce años, el Katrina, que arrasó con Nueva Orleans.
Los huracanes que nacen en el Golfo de México no son ninguna novedad. Pero su frecuencia, intensidad y duración sí que se ha incrementado en los últimos años. Los científicos llevan años avisando de la relación entre el calentamiento global y esta tendencia. 
Sin ir más lejos, el Programa de Investigación del Cambio Climático, un proyecto creado en el año 1989 en los Estados Unidos y que depende entre otros organismos de la NASA, el Departamento de Comercio y el Departamento de Estado relaciona directamente estas catástrofes con el cambio climático.
Un trabajo realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts demostraba que en los últimos 50 años la fuerza de los vientos y el número de días activos de los huracanes había aumentado, al mismo tiempo que lo hacía la temperatura del Golfo de México, cuyas aguas están 1,5 grados más calientes que en el periodo entre 1980 y 2010. 
Este incremento es el que motiva que las tormentas tropicales que allí se originan se formen con mayor frecuencia y aumenten su intensidad mucho más. 
Los huracanes son esencialmente grandes máquinas climáticas alimentadas por las aguas cálidas del océano debajo de ellos. A mayor temperatura, huracanes más grandes. 
Sin embargo, estas evidencias no acaban de convencer a los miembros más conservadores dentro de la administración de Trump, que se niegan a aceptar la relación entre ambos factores. 
Se empeñan en mantener el argumento de que la ciencia actual no ha probado que los huracanes cada vez más devastadores sean consecuencia directa del cambio climático, tildan estas teorías de alarmistas y creativas y aseguran que continuaran luchando para encontrar la verdad, aunque no aportan ni datos ni teorías alternativas (más que nada porque no las hay). 
Y mientras siguen recortando en políticas medioambientales, porque en el fondo no les interesa arreglar el problema, les interesa llenarse sus bolsillos. 
 

No hay más ciego...

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