Si mala costumbre es hacer leña del árbol caído, mucho peor resulta que los leñadores sean tus compañeros de partido y que, encima, se comporten así en público. Ya en la noche electoral la cara –y las palabras– del derrotado candidato andaluz del PP, Juanma Moreno, eran lo suficientemente expresivas de la decepción habida con los resultados obtenidos como para que vinieran luego a hurgar en la herida personajes como el ministro Margallo –maestro en hablar de lo que no le compete– y la propia Esperanza Aguirre, doctora en ir por libre.
Como se dice en la jerga futbolística, la ropa sucia se lava en el vestuario. Nunca fuera. Y menos cuando había habido lo que había en el seno del PP de Madrid del que ella era y es presidenta. O cuando ahora aspira a la presidencia de la Comunidad puesta ahí por el mismo procedimiento y por el mismo dedo que echa en cara a otros.
Lo que sucede es que a Esperanza Aguirre –no sé por qué– casi todo el mundo le ríe las gracias y desplantes y no le faltan tribunas mediáticas donde defenderse –con cierta soltura– de lo indefendible. Pero, en fin, ahí está. No sé a quién echará la culpa y cómo lo justificará si al final pierde el complicado envite electoral en que se ha metido. Porque la apuesta es fuerte.
Creo también que la ausencia de prácticamente todos los barones territoriales en la reunión del Comité ejecutivo que al día siguiente iba a analizar los resultados, ha sido también muestra elocuente del festival de insolidaridades desatado en el seno del partido tras la derrota.
No sé si todos los incomparecientes tenían tantos compromisos previos inaplazables como para no haber podido aparecer ni un rato por allí. Lo que sí tengo más claro es que, de haber sido favorables las urnas, muchos más se hubieran dejado caer por la calle Génova para hacerse la foto y dejarse achuchar por las cámaras. Tengo la impresión además que, dada la previsibilidad de la derrota, ya ni se habían molestado en hacer huecos en la agenda. Ha vuelto Feijoo a su socorrida teima de la “falta de comunicación”. Tal vez la cúpula del partido tardó demasiado en proveer en Andalucía el relevo generacional con la designación del nuevo candidato. En plena cuesta se puede cambiar de bicicleta, pero resulta harto problemático cambiar de ciclista. No obstante, habría que recordarle al presidente gallego que el ejemplo vale más que mil palabras. Y que, volviendo a la jerga deportiva, para ganar, un equipo ha de moverse con las líneas muy juntas, con todos defendiendo y todos atacando. No conozco todavía campeón de algo donde la plantilla no sea una piña.