Beck y la democracia global

Ulrich Beck, conocido sociólogo alemán, nos deja a la edad de 70 años tras haber dedicado toda una vida al pensamiento y a la crítica social. La democracia global fue uno de sus temas preferidos y nos alertó en reiteradas ocasiones acerca de los riesgos del éxito de lo que denominaba democratismo y de la internacionalización y globalización de ciertas realidades.
La existencia de mercados  a nivel trasnacional, sin  regulación real, junto a la constatación de la presencia de  instituciones y organismos  públicos, privados o híbridos que dictan actos y normas relevantes desde la perspectiva global para el interés general, ponen en cuestión la esencia de la democracia y del Estado de Derecho. En efecto, si la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, la superación de las barreras del Estado-nación para la toma de ciertas  decisiones está quebrando las bases de un sistema político basado en la participación ciudadana y en el principio de juridicidad.
El poder económico y financiero campa a su libre albedrío, con controles formales que los poderosos se saltan con la connivencia de las instituciones. Piensan los ideólogos de la no regulación o de la mínima regulación, que la eficiencia económica desaparecería si la burocratizamos o la encorsetamos con procedimientos administrativos minuciosos. Pues bien, hoy más que nunca, a la vista de lo que está aconteciendo, necesitamos de  buena regulación, ni poco ni mucha, la imprescindible. Precisamos regulaciones globales para que el Derecho acompañe a las decisiones económicas y financieras globales. Además, si como parece la democracia debe instalarse también en las estructuras globales o universales,  es menester pensar y diseñar un nuevo sistema político en el que, efectivamente, la ciudadanía a nivel global tenga el poder que le corresponde.
A juicio de este eminente sociólogo fallecido en estos días, tenemos que pensar que tipos de elementos de la democracia tradicional se pueden utilizar para que aquellos que toman las decisiones a nivel global sean responsables, sepan que hay controles eficaces y que deben dar cuentas a la ciudadanía de sus resoluciones. Si hoy no se responde en tantas instancias supranacionales sencillamente es porque no hay ante quien responder. Si hoy ciertas decisiones no son controlables, el peligro de la corrupción es evidente. Sin responsabilidad, sin control y sin presencia  ciudadana, el sistema democrático es una quimera. Hoy, las palabras irrecurribilidad, irresistibilidad o inimpugnabilidad en relación con ciertas decisiones globales empiezan a producir lógica inquietud en quienes confían en un sistema basado en el principio de juridicidad, en la separación de poderes y en el reconocimiento de los derechos fundamentales de la persona como principal manifestación de la dignidad del ser humano.

Beck y la democracia global

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