A Sánchez le molestan las críticas internas de quienes no se molestan en marcar su teléfono. Nada nuevo. Pero no parece verdadera esa imagen de líder empático, abierto a las críticas, comunicativo y accesible. Si lo fuera no se le hubiera ocurrido cortejar a Bildu. Ni permitir que lo hiciera Iglesias, en nombre del Gobierno, hasta el punto de hacer verosímil la ya generalizada duda sobre quien manda realmente.
Lo ocurrido con la anunciada incorporación de los herederos políticos de Eta al bloque de apoyo a los PGE 21, celebrada al tiempo por los vicepresidentes Calvo e Iglesias, es parte de la factura por esa decisión. Incluida la posterior reacción de la parte socialista del Gobierno. Algo parecido a una rectificación centrada en el no garantizado el “sí” de los cinco diputados de Bildu en la votación final.
Moncloa quiso convencernos de que “no hay ningún pacto”, lo cual se contradecía con las previas explicaciones del ministro Ávalos sobre el sentido de la responsabilidad y la “visión de futuro” de la formación abertzale, hasta el punto de ser puesta como ejemplo frente al “irresponsable” obstruccionismo del PP, en referencia a su fallida enmienda de totalidad. Esas explicaciones encendieron más aún a los sectores del PSOE de aversión declarada al encamamiento con Bildu. El presidente extremeño, Fernández Vara, siente náuseas. Y el exvicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, se declaró más cercano al PP que a la mencionada formación abertzale en cuanto al compromiso con el orden constitucional y la defensa del Estado.
En turno de réplica, la dirección oficial del PSOE, por medio de Adriana Lastra, se refirió con desdén a “nuestros mayores” por entrometerse en la gestión encomendada a sus herederos. “Su tiempo ya pasó”, es la frase que resume el sentir de los equipos que comparten el poder con Sánchez en la sala de máquinas de Ferraz y de Moncloa. Pero sus mayores no se apean del discurso perfectamente resumido hace unos días por González: “Me inquieta estar en un proyecto de país con gente que no cree en que el país debe continuar como proyecto”. También se declara inequívocamente beligerante contra el cambio de régimen defendido por Iglesias Turrión. “Lo combatiré con la fuerza que me quede y con la que tenga en el futuro, porque prefiero esta monarquía que yo califique un día de republicana, que es representativa y no gobierna, a una republiqueta de estas que llaman plurinacionales y con derechos de autodeterminación”.