primero nos llamaron alarmistas y ahora nos piden que dejemos las críticas, porque lo importante es superar la pandemia. Pero, no. Nuestra obligación es poner blanco sobre negro tanta improvisación y tanto error. En la forma de abordar la crisis sanitaria y también la económica. Van unidas. Y, viendo las broncas dentro del seno del Gobierno, los Reales Decretos que cambian una vez aprobados y la falta de medidas adecuadas, lo que hay que hacer es denunciarlo. Ya no hay nadie que dude de lo que nos espera. Una recesión de caballo. La discusión es ya si la caída del PIB será de 5 o 10 puntos y si los empleos perdidos se contarán por cientos de miles o por millones.
El Consejo de Ministros aprobó ayer otro Real Decreto. Esta vez con medidas destinadas a familias con dificultades para pagar el alquiler y a Pymes y autónomos. Y, como todo, llega tarde y mal. Llega el día en que los autónomos han pagado su cuota de marzo, los gastos de todos y cada uno de los suministros y en muchísimos casos el alquiler. La sensibilidad y el conocimiento de lo que suponen 3,2 millones de autónomos y sus casi 900.000 empleados ha quedado de manifiesto estos días. No han querido entender que han tenido cero ingresos y los mismos gastos.
Parece que la solución es retrasar las cotizaciones y que se pidan créditos para pagar los impuestos. No es lo correcto y decenas de miles se verán abocados al cierre. Igual pasará con centenares de miles de Pymes. Antes del día 20 de abril empresas y autónomos deberán pagar el IVA y los que tengan empleados las retenciones del IRPF.
Hay desconocimiento y desconcierto. Y ni un duro, porque según supimos ayer el déficit público, lejos de bajar, ha subido hasta los 33.000 millones de euros, un 2,7% del PIB. Se gastó como si no hubiera un mañana, como si las cosas fueran bien y de forma estática. Ahora, no hay dinero en las arcas y la capacidad de endeudamiento está muy mermada. Sánchez ha ido a Europa a pedir que mutualicen nuestras deudas y le han dado con la puerta en las narices. ¿Quién puede fiarse? Nos ofrecen acogernos al Mede con condiciones, claro. Y eso ya no les gusta tanto. Un Gobierno manirroto, desnortado y roto no ofrece precisamente credibilidad.
Mientras, contamos los muertos y enfermos por miles, y al llanto, se unirá el dolor de la ruina de millones de familias.