De entrada diré que no quiero yo atentar contra la salud pública, Dios me libre. Además para equilibrar la balanza ya tenemos a mi compa de página (Miguel, eres un tío guay). Pero, por favor, vamos a ser un poquito abiertos de mente y tomarnos el tema sin prevenciones excesivas. Yo vengo hoy a defender mi derecho y el de todo aquel que quiera sumarse, a fumar sin que lo miren como a un asesino. Es decir, llevo toda mi vida conociendo de sobra los –posibles– efectos dañinos del tabaco y si después de 15 años no lo he dejado, será porque no quiero. No hace falta que venga nadie en plan mesías a revelarme los mil males que me puede causar cada piti que me echo acompañando una caña. Esas caras de reprobación, esos gestos de juicio, las muecas con boca torcida que creen saber mejor que tú lo haces con tu pulmón... Miren, por ahí no.
Además, yo hasta cierto punto me alegro de que no se pueda fumar en locales cerrados porque recuerdo que en un bar al que iba asiduamente se formaban unas campanas de humo con las que se podían enviar mensajes a toda la población cherokee. Insano era, tampoco nos vamos a engañar... Pero también lo de tener que sobrevivir en pleno invierno a las terrazas tanatorio, no me parece de recibo... Y ahora que están tan potentes las campañas antitabaco, pregunto: ¿nadie ve un tanto hipócrita la actitud del gobierno, poniendo en las cajetillas de tabaco a gente moribunda, mientras que a la vez sigue lucrándose de los beneficios de las tabacaleras? Ahí lo dejo.
También tengo que aclarar que soy una fumadora un poco atípica porque tanto puedo ponerme on fire una noche y bajarme una cajetilla entre cerve y cerve como luego me da por activar el modo deporte y no pasar por el estanco en 6 meses. Jurao que esto es así. Porque si verdaderamente no me apetece, paso. Nunca he fumado por estrés, ni por mono ni por postu... Así que me solidarizo con todos aquellos a los que les cueste dejarlo y todo mi apoyo para con su causa. Les organizo un changeorg si hace falta amigos. Support!