BENDITOS ESTÁNDARES

Tradicionalmente no soy una persona de estándares. Suelen ser aburridos, en el mejor de los casos, y restrictivos, en el peor, dejando a alguien como yo con la sensación de que está haciendo algo mal solo porque no se queda pintando dentro de las líneas. Pero, cuando lo piensas fríamente, lo cierto es que hay líneas que no nos deberíamos saltar, esencialmente porque tienen que ver con nuestras relaciones con otros y, a lo mejor, a ellos sí les gusta colorear los dibujos. ¿Han oído eso de “tu libertad acaba donde empieza la de los demás”? Yo soy muy fan de esa expresión. Pero por si ustedes no, y aún no han pillado el objetivo del artículo, les voy a poner unos ejemplos.
Dos personas quedan para verse en un punto y a una hora en concreto. Marcan una línea, consecuente a su vez con un estándar, aunque sea solo para un momento en el tiempo. Este sería que se puede esperar un período de retraso del amigo de unos cinco minutos. Más allá se debería avisar, tal vez vía mensaje; algo más allá, llamar para explicar qué pasa; y mucho, mucho más allá, venir de rodillas desde cien metros implorando perdón y prometiendo no hacerlo nunca, nunca, nunca más.
Una empresa le dice que el lunes, entre las once y las doce como muy tarde, el técnico, al que usted le va a pagar, va a estar en su casa para arreglar aquello que está estropeado. Si a las cinco de la tarde, habiéndose saltado el estándar a la torera por sus talones –sí, lo he hecho a propósito–, el “manitas” no está flagelándose y cantándole a la vez saetas desde la calle, no le abra la puerta. Tenga algo de amor propio.
Aunque a mí estos casos en particular me tocan la fibra, no todo en esta vida es cuestión de tiempo. Existen también estándares de atención al cliente –un “buenos días” en lugar de un  “qué”–, de corrección entre desconocidos en establecimientos públicos –antes de entrar dejen salir, etc...–, del volumen adecuado para referirse a las operaciones de vesícula de los parientes en el supermercado –siempre mucho más bajo– y, en general, para casi todo. Tienen que ver con el sentido común y la capacidad de empatizar con aquellos que, a lo mejor, consideran algunos estándares auténticas bendiciones.

BENDITOS ESTÁNDARES

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