SILVIA MARSÓ, CRISTAL DE ÉXITO

Dentro de su ciclo principal y con llenos, el Rosalía ofreció dos representaciones a cargo de la compañía Teatro Español. Así subió al tablado “El zoo de cristal”, de Tennessee Willians, adaptada por Eduardo Galán y floja dirección de Francisco Vidal. Tampoco la escenografía ayuda mucho, salvándose la iluminación, el vestuario y el sonido. Drama sureño americano utilizando una de esas mujeres características del autor entre la perversión, la abnegación, el sacrificio y el trabajo. Que impone su fuerte y soñador carácter a sus hijos, Jim y Laura, hartos de contemplar el espacio vulgar que los ahoga. La depresión económica pende como losa caótica buscando el nuevo día que aportará Roosevelt. Mientras la muchacha, coja y sin opciones de boda, desembocará en solterona desquiciada y su hermano huirá navegando todos los mares. Un mundo onírico, pues, iluso, poético y dispar, mantenido por una paranoica ausente que busca en el tiempo ido su vida actual. Ello tras diecisiete pretendientes rechazados, dueños de grandes fortunas, cuando ella ha elegido un empleaducho de teléfonos que la abandona con sus hijos, aunque su fotografía siga presidiendo el salón hogareño. 
Escenas utilizando secuencias cinematográficas. Narrado por el hijo que también cierra el espectáculo en misiones corales, como el encuentro amoroso entre su hermana y Ton, compañero de trabajo. Que se quiebra con las figuras del zoo de cristal al anunciar su inmediata boda, y al que la infeliz chica entrega como recuerdo un unicornio. Vulnerabilidad humana enfrentada a situaciones cotidianas y líricas. 
Buenas maneras y exquisito hacer de esta gran dama de nuestro teatro, Silvia Marsó. Rol complicado, comprometido y difícil que supera airosamente. Transparencias anímicas con residuos que conmueven hasta el infinito. Le acompañan Pilar Gil, Carlos García Cortázar y Alejandro Arestegui.

SILVIA MARSÓ, CRISTAL DE ÉXITO

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