“¡Es la guerra, más madera!”, decía Groucho Marx cuando pedía combustible para la locomotora en el viaje hacia el Oeste. Más madera de recortes y ajustes, es lo que pide Bruselas a España para apuntalar la débil recuperación de la economía, que es verdad que en 2015 crecerá por encima de la media de la Unión, pero también repuntará el déficit, la deuda rebasará el 100 por cien del Producto Interior Bruto y apenas se moverán las cifras del paro.
No sé si el Gobierno hará caso a las advertencias de Bruselas. Si nos fiamos por lo dicho por la vicepresidenta en la última sesión de control, “ahora tocan medidas para el crecimiento” y con los datos de la incipiente recuperación el Ejecutivo, eufórico, pone fin a la etapa de sacrificios, con la promesa de la bajada de impuestos como medida estrella. ¿Es una huída hacia delante, propia de época electoral, o es la “caída del caballo” de la austeridad para iniciar la senda de estimular el crecimiento?
Lo cierto es que la recuperación es frágil y de dudosa sostenibilidad, entre otras razones porque seguimos gastando más de lo que tenemos: los ingresos fiscales llevan tiempo “en cuarto menguante” y no alcanzan para el enorme gasto público, que sigue engordando el Déficit y la Deuda, que crece de forma espectacular.
Por eso, más pronto que tarde las “recomendaciones” de Bruselas se impondrán con nuevos ajustes y, visto el balance de estos años de austeridad y la pauperización de la población, hay poco margen para nuevas subidas de impuestos y tampoco caben más recortes en las nóminas de los funcionarios, en sanidad, educación, justicia, actividades sociales y en otros servicios en la espiral de devaluación interna.
Pero si hay que seguir recortando, ¿por qué el Gobierno no acomete la reforma de las administraciones y reduce la hipertrofiada estructura del Estado?. Grecia, Portugal y ahora Francia adelgazaron sus administraciones porque, en palabras del primer ministro galo, “no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades”.
Tampoco nosotros podemos estirar el pié del gasto más allá de lo que da la manta de los ingresos y con las previsiones de crecimiento, no se puede sostener el inmenso aparato político-administrativo del país que en muchos aspectos fue concebido más para satisfacción de los políticos que para dar un buen servicio a los ciudadanos. Si esa reforma no se hace por las buenas, algún día vendrá impuesta por las malas.