Gabriel Rufián ejerció de histrión en varias sesiones del Congreso, pero mostró un poco de sensatez al finalizar la última sesión de control al Gobierno cuando dijo: “La gente está hasta los bemoles de todos nosotros”.
Su frase, que pasaría a la historia si añadiera “como muestra de coherencia yo me voy para mi casa”, nos retrotrae a la España de 1873 cuando Estanislao Figueras presidía la Primera República en un ambiente parlamentario que Pérez Galdós describe como un “espectáculo de indescriptible confusión que daban los padres de la Patria” en medio de un clima de crisis económica, problemas territoriales e intrigas políticas, el cóctel explosivo que impedía alcanzar acuerdos para superar la crisis institucional.
En el Consejo de Ministros del 9 de junio –no sé si Rufián conoce el episodio– las broncas entre miembros del gabinete colmaron la paciencia del Presidente que en un momento de la sesión les dijo: “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”, abandonó la sala y se fue a Francia.
Galdós calificó su espantada como “insana conducta”. Pero es comprensible, porque refleja su impotencia, y hasta es encomiable por lo que tiene de autocrítica. También Rufián hace autocrítica reconociendo la incapacidad de los políticos, aunque él esté más disgustado porque no salga el Gobierno amable de Sánchez que por la estabilidad de España.
Lo cierto es que entre todos tienen al país sumido en una parálisis e inestabilidad que pone en peligro la economía, daña su reputación y el prestigio internacional. Su falta de compromiso y sentido de Estado desemboca en las cuartas elecciones en cuatro años, las segundas este mismo año, algo insólito en Europa.
Jordi Ibañez, profesor de Humanidades de la Pompeu Frabra en el artículo “Los catalanes, la fraternidad y España” (El País, 14.08.2017) reprocha a los políticos su incompetencia ante el problema catalán y su conclusión es aplicable a la situación política actual:
“Tómense en serio la complejidad del país que gobiernan, señores políticos… Tómense ustedes mismos en serio: sus deberes, sus capacidades y también sus fracasos. Y si conviene renuncien; no se empeñen en el error, no regresen de sus vacaciones, no emponzoñen más. No piensen que somos unos idiotas que vivimos al día. Hay memoria. Hay hemerotecas… Deténganse. Abandonen...”.
Porque los ciudadanos estamos hasta los bemoles o, en palabras de don Estanislao, “hasta los cojones” de la irresponsabilidad de todos ustedes.