Pido perdón de antemano si este titular le parece frívolo. Si le digo la verdad, desde Martes y Trece hace años que no veo las galas de Nochevieja -prefiero bailar, o jugar al mus con los amigotes, o hasta charlar con los cuñados-, pero sí leo al día siguiente los comentarios sobre cómo han ido estos ‘shows’ televisivos. Y siempre acaban todos comentando el vestido, o desvestido, de la señorita Pedroche. Que este año, de nuevo, se mantiene en secreto. Como las negociaciones del PSOE con Esquerra o tantas otras cosas en este país donde la transparencia se reserva solamente a determinadas vestimentas, o lo contrario, y perdón por el mal juego de palabras y de conceptos.
Lo de Pedroche me parece un retorno al modo de hacer ‘tele’ de Valerio Lazarov, con sus ‘mamachichos’: pan, circo y bikinis con lentejuelas. Con Lazarov, mi maestro televisivo, ensayamos la retransmisión de las uvas con Carmen Sevilla, y pretendimos que, como algún año anterior le ocurriera a Marisa Naranjo, la impagable Carmen cometiera algún lapsus con las uvas y las campanadas. Todo por los comentarios del día siguiente. Comenzaba el año 1994, y nada: nuestra animadora de la noche realizó un impecable trabajo, sin equivocar las campanadas previas con las reales... no hubo manera de atragantarse. Hasta el último minuto: ella, me parece que ante el pasmo de José María Iñigo, que la acompañaba, se despidió deseándonos a todos... ¡un feliz año 1964! Creo que puedo decir que no fue un ‘lapsus’ previamente acordado. Doña Carmen Sevilla fue víctima, sin más, de otro de sus legendarios despistes, que Lazarov tanto fomentaba.
Este año también estamos en plan ‘retro’. No por la señorita Pedroche, válgame Dios, no. Aunque a mí, el lío de la vestimenta o no de la presentadora me parece algo machista, como pasado de moda. Pero lo de que vamos avanzando como el cangrejo, hacia atrás, lo digo por otra cosa: y es que el que no avanza con pasos adelante, retrocede; no me parece que esto de la coalición a la carrera vaya a ser un gran progreso para mi país. Y yo pienso, viendo los nubarrones que se ciernen sobre el 2020 político, que avanzar, lo que se dice avanzar, pues no. ¡Es la política, estúpido! La política, que se nos cuela hasta en Nochevieja, hasta en Reyes, que puede que le traigan la investidura a Pedro Sánchez, quién sabe, pero que nos retrotrae a los no tan felices años veinte (del siglo pasado, claro). Menudo roscón se va a comer el presidente en funciones, que entonces quizá esté a punto de dejar de serlo; en funciones, digo, no presidente.
Pero hoy es día de alegría, de besos, de música y champán o de un buen cava catalán, que es con lo que probablemente estén brindando algunos, en Lledoners o donde sea. Me encantaría que, en esta noche de cotillones y algo de desenfreno, pudiésemos pensar que 2020 va a ser el año en el que, gracias al hombre en funciones, empezó a resolverse el grave problema institucional y territorial de España. Pero no puedo mentirle a usted: me parece que va a ser al revés. Este va a ser un año de sorpresas, no necesariamente siempre agradables, y a saber si la señorita Pedroche nos dará una y aparecerá vestida con hábitos de monja para cantarnos las uvas. Aquí ya no ganamos para sustos. Feliz año, si nos dejan.