“Siempre fuimos creciendo, dándonos a conocer a la sombra de la gente de paso”

“Siempre fuimos creciendo, dándonos a conocer a la sombra de la gente de paso”
Juan Rivera panadero horno maniños

Maniños es una población costera del municipio de Fene que tiene una farmacia, tres bares y un horno; o tal vez habría que decir un horno, tres bares y una oficina de farmacia. Pero esto no siempre ha sido así. La historia de la panadería El Cruce se remonta a noventa años atrás, si bien su     prestigio en la parroquia y comarca comienza con la decisión que adopta Juan Rivera Fernández, patriarca del negocio, de trasladar al número 169 de la carretera de La Palma un recurso que heredó de sus padres: Juan Rivera García y Concepción Fernández Torrente.  
Rivera Fernández tuvo la virtud de sacar partido al horno familiar que su padre –un hombre emprendedor de finales del siglo XIX– ya utilizaba como segunda fuente de ingresos para sacar adelante una familia de nueve miembros. El padre de Juan, que animó a su hijo a hacerse cargo del negocio “porque no habría ni que cambiar el nombre”, era maestro de obra y la familia también se dedicaba a la agricultura.

¿Cómo fueron aquellos principios?
Yo nací en 1931 y a la edad de 10 años ya preparaba la ración. Eran los tiempos de la posguerra. La harina venía de Argentina. Era buena y en mi casa se aprovechaban los sacos para hacer sábanas. No se cocía todos los días. Nunca se hacía los martes, jueves y domingos y el pan no se pesaba. Eran barras de medio kilo –palanqueta–  y moletes. El horno era de leña. Lo hizo mi padre en el año 39 aprovechando las referencias de otro catalán.

¿Cuándo se puso al frente del negocio?
Al volver de la mili con 22 años, en 1953. En aquellos tiempos ya había panaderos de Neda que venían a repartir a Maniños, una expansión del negocio que yo también llevé a cabo cuando formé mi propia familia. Tenía 27 años. Para ello adquirí un remolque que lastraba a la parte posterior de una bicicleta. Así comencé a llevar el pan a las casas, a la vez que contrataba a un panadero, Pepe Ferreiro, ya fallecido. Un carro de caballos sustituyó el remolque. Con él llevaba mercancía a Limodre, San Juan y Barracido. La consolidación del negocio llegó de la mano de una  Vespa. Con ella amplié el reparto a otras zonas de la parroquia, al mismo tiempo que también incrementaba la plantilla.

¿En aquella época el horno de Juan Rivera era el único que había en Maniños?
No. Había cinco más. Chamoso, Espada, Rosa Rascallú y Piñeiro eran sus nombres. Hoy no queda ninguno de ellos. Fueron tiempos de mucho trabajo. Las jornadas laborales superaban las 12 horas. Se trataba de ir creciendo. De visitar otros obradores para estar al corriente de los que también se hacía fuera.

¿En qué momento optó por trasladar el negocio a su ubicación actual?
Fue a finales de los años 60 cuando compré el solar por el que pagué más de medio millón de pesetas. En un principio había barajado la posibilidad de abrir un supermercado, pero al final opté  “por lo que sabía hacer”. La entrada en funcionamiento del negocio tal y como figura a día de hoy, panadería El Cruce, se produjo el 10 de marzo de 1972 –hoy se cumplen 43 años–. Un horno giratorio y la compra de una furgoneta de la marca Citroën, que tuve que abonar antes de disponer de ella, fueron otras inversiones que en aquellos años también contribuyeron a la expansión del negocio.

¿Y cómo respondió la gente?
Todos los comienzos cuestan. Abríamos a las seis de la mañana para que la gente que pasaba a trabajar a la antigua Astano pudiese comprar pan para el bocadillo. Después fueron aumentando las ventas y con ello también fuimos creciendo, dándonos a conocer “a la sombra de la gente de paso”. Se trabajaba muchas horas pero siempre poniendo en práctica aquello de que “si cumples bien y vendes calidad” las cosas siempre salen adelante.

¿A qué se refiere con cumplir bien?
Pasar siempre a la misma hora, cuando se trata del reparto, y mantener la calidad y la forma, casi artesanal, de trabajar las especialidades que la gente todavía nos demanda. El pan como siempre, agua, levadura y sal, y las bollas y empanadas, de la forma tradicional.

Y el hacerlo de ese modo parece que ha tenido su recompensa. No en vano desde hace algunos años existe un segundo despacho de la panadería El Cruce en Fene ¿No es así ?
La apuesta siempre tiene que ser mejorar y ampliar, y la verdad es que, en nuestro caso, la respuesta de la gente ha sido muy satisfactoria. No nos podemos quejar.
 
Entonces, a día de hoy, ¿cuántas personas integran la plantilla de la panadería?
Un total de diez personas: cinco panaderos e igual número de empleados, algunos de ellos situados al frente de la sociedad.

¿Y habrá una siguiente generación de panaderos de Maniños?
Tengo ocho nietos, algunos ya estudiando una carrera, pero, a día de hoy, no veo que ninguno de ellos ponga mucho interés en aprender a amasar. Nunca se sabe. Por el momento, tres de mis seis hijos son los que están al frente del negocio. Mi familia, especialmente mi mujer Isabel, siempre ha sido mi principal motor y mi máximo apoyo a la hora de prosperar en una profesión tan sacrificada como la que he desempeñado durante setenta años. En verano alcanzo la edad de 84 años. Ahora disfruto charlando con la gente que por las mañanas viene a comprar el pan o hacer otros encargos y que se han mantenido fieles a una forma de entender la fabricación del pan o de bollas sin ornamentos.

“Siempre fuimos creciendo, dándonos a conocer a la sombra de la gente de paso”

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