Javier Gutiérrez fue elegido Ferrolán do Ano no solo por sus méritos artísticos después de unos meses en los que le han llovido premios por su papel en la película “La isla mínima”, sino también por su generosidad, su compromiso con la ciudad y su respuesta positiva a cuanto se le pide desde el Concello y desde entidades sociales. Gutiérrez se plantó ante el atril, “muy abrumado y muy nervioso”, dijo, y tiró de folios antes que de improvisación porque “los actores somos grandes tímidos y siempre nos escondemos detrás de los trajes de los personajes y de sus líneas”. Agradecido “de todo corazón” por “la inmensa felicidad y la enorme ilusión que me provoca este reconocimiento” aseguró que le apetecía mucho “compartir con todos vosotros mis logros porque sé que muchos también los hacéis vuestros y no sabéis cuánto me enorgullece y emociona que así sea”. El premio de su ciudad, que además lo nombrará Fillo Predilecto, “es el colofón a un año probablemente irrepetible para mí en el plano profesional” en el que ha alcanzado “un prestigio que no imaginaba hace algunos años”. Pero Gutiérrez sigue siendo “el chaval de Caranza”, como se referían a él dos vecinos en un bar de Ferrol en la noche en la que le iban a dar el premio Goya. Son palabras que han estado en su mente durante meses, explicaba ayer, “porque me reconozco en ellas y porque definen perfectamente quién soy y el momento en el que estoy. Sigo siendo aquel chaval de un barrio humilde y trabajador que con gran esfuerzo y mucho trabajo ha conseguido triunfar, aunque ese triunfo no tiene nada que ver con la trastienda de los premios y la popularidad, sino con poder seguir eligiendo trabajos y vivir dignamente de una profesión que se siente más amenazada y herida que nunca por culpa de la crisis, los recortes y la mala gestión de nuestros gobernantes”. Gutiérrez seguirá haciendo lo posible para contribuir “a un Ferrol mejor del que todos nos sintamos orgullosos”.