Más allá de ganar, empatar o perder, lo primero que hay que hacer en un partido –y lo más importante– es competir. Y el Somozas, como a lo largo de todo el campeonato liguero, lo hizo también ayer en el partido que lo enfrentó al Burgos. Sin embargo eso no llegó para ganar. Ni siquiera para empatar. Al final acabó perdiendo ante un rival que hizo de su necesidad virtud para llevarse los tres puntos y acercarse a la salvación tras un año tormentoso.
Un gol de Arkaitz nada más empezar el partido confirmó que el Somozas, en esta parte final de la competición, compite sin presión, algo que lo hace más peligroso. Ya lo sufrió en sus carnes el Pontevedra hace dos semanas y lo comprobó el Racing la pasada. Y los temores con los que el Burgos saltó al terreno de juego se acrecentaron con este tanto, del que el cuadro castellano fue recuperándose paulatinamente hasta tomar la manija del encuentro con el paso de los minutos.
Poco a poco el ataque del Burgos se fue haciendo más intenso, pero el premio no lo encontró hasta el tramo final de la primera parte. Primero a través de una colada por la izquierda de Fito Miranda, cuyo pase al área fue remachado al fondo de las mallas por Chevi. El tanto, de hecho, desató a la escuadra burgalesa, que siguió acosando la portería local hasta que, al filo de llegar el descanso, un balón suelto en el área del Somozas fue mandado a la red por Prosi en el segundo tanto visitante, con el que se fue al descanso.
Tranquilidad
La ventaja en el marcador le dio al Burgos el aplomo que le había faltado en la primera mitad, así que en la segunda se mostró como un equipo mucho más duro. La solidez que mostró en defensa hizo que, a pesar de que en muchos momentos la posesión de la pelota fuese del cuadro local, esta no se tradujese en oportunidades más o menos claras. Por contra, su presencia ofensiva le hacía generar incertidumnbre cada vez que se acercaba a la portería contraria.
Así, los minutos fueron discurriendo sin alicientes, justo lo que quería el Burgos para sellar una victoria que durante muchas jornadas pensó que era una misión imposible.