Falete confiesa que daría la vida por el anonimato de hace diez años

Falete confiesa que daría la vida por el anonimato de hace diez años
Falete

Es, dice, de otra galaxia, porque es un flamenco "formal". Después de una travesía mediática que le ha hecho "una herida incurable en el alma", Falete, plato fuerte de la "refundación" este viernes del mítico Corral de la Pacheca, asegura a Efe que ahora daría "la vida" por el anonimato de hace 10 años.

Falete será el primer artista invitado de los "Viernes Flamencos" del local, fundado en 1971 y cerrado desde antes del verano para remodelarlo y, ya con nueva gestión, rebautizarlo con el nombre que tuvo el programa que Lauren Postigo hacía para TVE desde su sala, "Cantares".

Será, detalla, un espectáculo "muy íntimo pero no austero", con solo un piano y un bailaor, y en el que interpretará boleros, rumbas, rancheras, zambra y fandangos para sumarse a la "magia" de un sitio en el que, afirma en una entrevista con Efe, "los más grandes se dejaron la piel", de Lola Flores a Rocío Jurado.

Antes de salir a escena cumplirá con un ritual de "pasar revista" a sus músicos, que deben ir "impecables", beberse tres o cuatro cafés, besar la imagen de San Francisco Javier y "sollarse -desollarse- las carnes" frotando, para limpiarlas dice él, en alguno de sus fabulosos atavíos las sortijas que lleva en los dedos.

Rafael Ojeda Rojas (Sevilla, 1978), hijo de "Falín", miembro de "Los cantores de Híspalis", se viste y se peina "distinto" y se maquilla como una cantante de copla antigua, pero él no se ha visto nunca "diferente".

"Tanto personal como artísticamente me he expuesto a todo y nunca me ha parecido que hiciera nada fuera de lo común. He sido tal y como yo me siento y nunca he sentido temor de lo que pudieran decir", zanja.

Es uno de los personajes más populares de España, pero él daría "la vida" por volver a sentir lo que era pasear, salir a la calle o entrar a un local "siendo uno más", aunque es consciente de que eso, precisamente, no lo ha sido nunca.

Empezó "cantando p'atrás", es decir para que otros se lucieran delante bailando, y haciendo bolos sin parar por Japón. "Aprendí la disciplina de la fatiga, la de buscarte la vida tú solito, la del esfuerzo, la de no ser un estribillo sino una pieza entera y verdadera", asegura.

Reniega de la cantidad de "márketing" que hay ahora, de la tecnología que ha acabado con "la magia y el boca a boca. Ahora hay mucho artista de plástico", resuelve.

Él no es, recalca, un creador, sino un intérprete que, si algo tiene claro, es que debe "seguir aprendiendo para un día llegar a cantar bien", aunque ya tenga imitadores por decenas, entre ellos Jesús, un transformista que es "un clon": me da una hemorragia de satisfacción verle", presume.

La televisión tiene mucha culpa de lo bueno "y lo malo" de su vida, de que Jesús Quintero sin conocerle le llevara a su programa y de que durante mucho tiempo no se cayera su nombre de los programas de corazón, una "fama" que le provocó, confiesa, "un dolor inmenso" que no se puede sacar del alma, y que ha perdonado aunque no lo pueda olvidar.

A su "reconciliación" con el medio contribuyó el éxito de su participación en el programa de Antena3 "Splash", porque su "faletazo", una figura de salto de trampolín llamada "palito" y en la que él desplazó una ingente cantidad de agua al hacerla, le dio a la cadena "el minuto más visto en doce años".

"Disfruté muchísimo haciéndolo y no me importa que se asocie 'falete' a estar gordo. Ya perdí hace dos años 40 kilos y me quedé como Esther Cañadas pero sin silicona. Me dije '¿y ahora qué?'. Quiero estar gordo, así que ahora estoy en proceso de recuperarlos. Como más que un remordimiento", se ríe.

Después de actuar en "Cantares" iniciará, hasta el 3 de diciembre, una gira por Argentina, Estados Unidos (Miami) y Puerto Rico, "asistido" por su inseparable Carlos, "la Plátano", -"por lo largo y porque no se dobla ante nada"-, que cuida de él, subraya, como no cuida nadie.

Falete confiesa que daría la vida por el anonimato de hace diez años

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