Reconoce que en el ejercicio del arbitraje se guio por el reglamento “de pastas” –el oficial– pero también por un ideario propio, basado en el diálogo, con el que imprimió a su tarea un sello personal. Manolo Fernández (Ferrol, 1972), una de las instituciones del arbitraje departamental, colgó el pasado domingo el silbato después de más de treinta años impartiendo justicia en las canchas de Ferrolterra. Lo hizo arropado de amigos, de sus compañeros del comité local, pero también de algunos de esos jugadores y entrenadores con los que en esas tres décadas compartió la pasión por el baloncesto.
– Treinta años arbitrando es casi una vida. ¿Le ha costado mucho tomar la decisión de “jubilarse”?
– Cuando era joven tuve una lesión en la pierna y no pude seguir jugando. Como me gustaba el baloncesto empecé a arbitrar... y hasta hoy. Siempre me gustó trabajar con niños y ayudar a educarlos. Pero mi mujer y mis hijos llevaban años pidiéndome que lo dejara, porque arbitrando sábado y domingo no podía disfrutar mucho de ellos. Además, tengo esa pierna fastidiada y cuando la fuerzo mucho me duele.
– Dice que siempre le gustó ayudar a educar a los jugadores, ¿es el arbitraje más que impartir justicia?
– Los árbitros somos educadores y formadores, tanto en el reglamento del juego como en el respeto en la pista. Pitar unos pasos es fácil, pero no sirve de nada si no paras el partido para explicarle al jugador qué ha hecho mal y cómo tiene que hacerlo la próxima vez. Igual que el entrenador los educa y los enseña, nosotros también tenemos que hacerlo durante los partidos.
– Desde fuera, la de arbitro parece una tarea ingrata.
– Es cierto que no se ve como una tarea satisfactoria y siempre te llevas la parte más ingrata, pero hay que aceptarlo. Los entrenadores pierden partidos, los jugadores fallan y un árbitro también se puede engañar, pero nunca lo hace de mala fe. Como siempre digo, somos un mal necesario, porque sin los árbitros no hay deporte. Yo me considero un deportista más, igual que los jugadores. Una parte indispensable del juego.
– Desgraciadamente, cada vez existe más presión desde las gradas sobre el colectivo arbitral especialmente en las categorías de formación.
– Últimamente los padres no estamos a la altura e intervenimos más de lo que deberíamos en el deporte. Los niños están más pendientes de lo que les dicen los padres en la grada que del entrenador, que es el que tiene que dirigir. Nos estamos “futbolizando”. A veces me da vergüenza porque es inconcebible ver a padres pelearse delante de los niños o insultar al árbitro. Muchas de esas críticas son por desconocimiento del reglamento. Prejuzgar a una persona antes de saber qué va a hacer no es normal, y menos en un deporte
– ¿Ha sido eso lo más duro para usted?
– Lo más duro es tener que tomar decisiones que pueden ocasionar algún desequilibrio en un partido, como descalificar a un jugador o entrenador. También tener que parar el juego para pedir al delegado que los padres se vayan. Cuando hay niños hay que erradicar esas cosas. Pero, normalmente, cuando estas arbitrando, escuchas pero no atiendes lo que te comentan desde la grada, porque estás concentrado en tu trabajo, que es sacar adelante el partido lo mejor que sabes.
– ¿Cómo está el arbitraje en Ferrol?
– Necesitamos más gente. Entre auxiliares de mesa y árbitros somos 25 personas en la delegación –cuando empecé éramos más de 60– y hay jornadas fuertes en las que se juegan 50 partidos. Es imposible cubrirlos todos. La gente que viene no lo hace por la remuneración, sino por echar una mano, por ayudar, porque sin árbitros no hay competición.
– ¿Qué “legado” le gustaría que perdurase de estos años?
– Siempre intenté ser lo más imparcial y justo posible. Pitar lo que veía y ayudar a educar a los niños en el respeto como me educaron a mí mis padres. Hablar con los niños, advertirlos antes de pitarles una técnica, enseñarles a que se den la mano... El diálogo es muy importante, una parte indispensable de nuestro trabajo.
– ¿Seguirá vinculado al arbitraje en el futuro?
– Espero seguir haciendo las designaciones arbitrales y, como el comité gallego de árbitros plantea cambios, probablemente asuma más responsabilidad en temas de formación, pero es pronto para saberlo. l