Tras conocerse este miércoles la sentencia de 21 años de cárcel de la de la Audiencia de A Coruña para Víctor Timiraos Navarro por el asesinato de Marta Sequeiro, sus hermanas, Silvia y Yolanda, y su tía Cristina, han mostrado su decepción con la pena impuesta por la magistrada de la sección primera.
Las hermanas Sequeiro, que se presentaron a este juicio como acusación particular, solicitaban la máxima pena por asesinato, 25 años y aunque saben que el fallo se sostiene jurídicamente creen que la brutalidad del crimen –64 puñaladas que llevaron a Marta a agonizar durante varios minutos antes de morir desangrada– merecía una condena mayor.
A pesar de todo lo ocurrido durante estos meses, de haber tenido que luchar contra lo que consideraban una injusta calificación inicial del Ministerio Fiscal, admiten que en el fondo agradecen que se haya hecho justicia –“dentro de lo que hay, dicen”– y que el asesino de su hermana haya sido condenado de forma unánime.
Consideran que el trabajo del jurado popular fue excelente y esperan que esta sentencia sea la definitiva para no seguir alargando un proceso –y un sufrimiento– que no tiene más vuelta de hoja. Creen que gracias a los testimonios de expertos y peritos y al trabajo policial realizado las piezas de este crimen han terminado encajando y que el proceso se ha cerrado sin dejar ninguna duda sobre lo ocurrido.
Solicitaban 25 años y finalmente han sido 21, ¿están satisfechas con la sentencia?
Sinceramente esperábamos más. Los 25 años. No entendemos por qué les cuesta tanto imponerle el máximo castigo. ¿No es suficientemente brutal lo que le ha hecho? Somos conscientes de que la pena es jurídicamente sostenible y solo esperamos que los cumpla íntegramente.
De todos modos, ni aunque le hubiesen caído cien años de cárcel podrían reparar el daño que nos ha hecho a toda la familia. Ha dejado a un niño de 14 años sin madre y a nosotras sin hermana y sin sobrina.
¿Cómo llevaron el proceso judicial que tuvo lugar en la Audiencia?
Fue un horror, unos días muy duros para nosotras porque tuvimos que escuchar testimonios muy crudos sobre como mataron a Marta, aunque finalmente todo eso sirvió para poner las cosas en claro y conseguir, de una vez por todas, que se condenara al asesino.
Después de todas estas comparecencias, que se hicieron con todo lujo de detalles, ¿les queda todavía alguna duda sobre lo ocurrido?
Todo quedó bastante claro, cada testigo aportó su parte para ir encajando las piezas y nos pudimos hacer una idea bastante clara de cómo fueron las últimas horas de vida de Marta. E igual que nosotros, el jurado y la magistrada.
Sí hubo un asunto que nos tiene algo intranquilas y que quedó en el aire. ¿Por qué mi hermana estaba encerrada en el bar? La puerta estaba cerrada con llave tal y como contó en el juicio uno de los primeros policías que llegó al Bonky. La dueña se las entregó y confirmó que estaba pasada la llave. El otro juego lo tenía mi hermana en el mandil.
Lo que sí quedó claro es que Víctor Timiraos sabía lo que hacía.
Esa fue una de las cosas más importantes que se aclararon en el juicio. Que actuó con frialdad, que intentó ocultar las pruebas y que era consciente de lo que había hecho. El taxista que lo llevaba todos los días al trabajo dijo que estaba como siempre y que no lo notó borracho, que incluso paró a recoger la prensa y que después le preparó un café y se lo tomaron en su bar, tranquilamente.
Es más, cuando la Policía fue a buscarlo a su local, no opuso resistencia ni preguntó porque se lo llevaban. Lo más increíble es que, según contó uno de los agentes, cuando pasaron con el coche de camino a comisaría por delante del bar Bonky, al ver todo el revuelo que había montado, Víctor Timiraos miró hacia allí y les preguntó qué había pasado.
Su último minuto –el del condenado– ante el jurado lo utilizó para pedirles a ustedes y a su propia familia perdón por lo ocurrido. ¿Creen que se autoinculpó con esa declaración?
En primer lugar, no nos valió de nada ni nos enterneció. Fue una estrategia para intentar sensibilizar al jurado o algo parecido. Pero lo peor de todo es que sí, se autoinculpó, después de estar una semana de juicio diciendo que tenía lagunas y que no recordaba nada, finalmente lo reconoció.
Dijo exactamente: “llevo un año pensándolo y no me entra en la cabeza como pude llegar a hacer eso. Ojalá me hubiese matado yo con el coche”.
Tanto en el escrito de la Fiscalía como en la sentencia de la magistrada no se hace ninguna alusión a los mensajes de móvil que os envió a vosotras y a algún amigo preocupada porque el asesino estaba fumando dentro y, a última hora, no se quería ir del local. ¿Les extraña esto?
Es cierto que no se le dedica ni una línea a ese tema, en ninguno de los dos documentos. En el juicio sí se habló de este asunto y, de hecho, el móvil de Marta forma parte de las pruebas y nosotros tenemos esos mensajes.
Ella nos escribió diciendo que este cliente –Víctor Timiraos– estaba fumando dentro y que no le hacía caso. Además, a la última hora, según ella le comentó a un amigo en otro whatsapp, se negaba a abandonar el bar. Precisamente el último mensaje que mandó es en el que dice que por fin está recogiendo y cerrando porque Víctor se acababa de ir.
Ese dato ha resultado ser clave para demostrar que el criminal la engañó para después atacarla por sorpresa.
Sí, se demostró que, efectivamente, simuló que se iba para que ella se quedase tranquila y por eso no se esperó el ataque con el cuchillo. Esa es una de las cosas que dan cuenta de la frialdad con la que actuó.
Pero no solo eso, sino que cogió dinero de la caja, que después le encontraron en un neceser, para simular un robo y dejo en la tragaperras un premio que le había tocado.
Una de los principales caballos de batalla con los que han tenido que lidiar fue el polémico escrito de la fiscalía de Ferrol calificando el crimen como un homicidio. ¿Qué creen que fue lo que llevó a la fiscal encargada del caso a cambiar esta postura?
Por un lado, fueron clave las declaraciones de los forenses del Imelga y de todos los peritos que acreditaron el gran dolor y la gran agonía que sufrió Marta. Además, otros especialistas echaron por tierra la tesis de la defensa de que el asesino no sabía lo que hacía porque estaba intoxicado.
Y por otro lado, la lucha que llevamos a cabo nosotras con el apoyo de todos los vecinos, las instituciones o los medios. Eso también fue decisivo.
¿Y creen que el hecho de que la Fiscalía se pusiera finalmente de su parte influyó en el veredicto del jurado popular?
Realmente las pruebas y, sobre todo, los testimonios fueron abrumadores. Creemos que el veredicto hubiese sido el mismo, pero era una cuestión de justicia, de que un órgano público reconociese la gravedad del crimen y no lo equiparase casi con un accidente.
El tribunal jurado hizo un trabajo muy bueno y nos consta que no fue fácil, porque, entre otras cosas, tuvieron que ver imágenes horribles. Nosotras nos fuimos de la sala cuando se mostraron las fotos de la autopsia o de la escena del crimen, pero nos dijeron que muchos de ellos se llevaban las manos a la cabeza.
De hecho, un agente de la policía científica dijo que era uno de los escenarios de un crimen más sangrientos que había visto en toda su carrera.
¿Creen que tras la contundencia del jurado popular, de las pruebas, los testigos y el fallo de la magistrada la defensa recurrirá la sentencia?
Esperemos que no, esto no tiene más vuelta de hoja. Para nosotros significaría tener que pasar otra vez por algo muy doloroso y alargar algo que está más que claro.
¿Qué conclusiones han sacado después de todo lo que han tenido que pasar?
Principalmente dos, que Víctor Timiraos asesinó brutalmente a Marta, a sangre fía, y que matar a alguien, por desgracia, sigue saliendo barato. l