La mayor parte de los incendios urbanos que en los últimos años llegaron a arrasar casi por completo varios inmuebles del centro de Ferrol tenían un denominador común: el abandono. Esto, unido en la mayoría de los casos a una ocupación ilegal de estas viviendas, en condiciones precarias, sin suministro eléctrico o con ingentes cantidades de enseres acumulados ha resultado ser un foco constante de accidentes.
El último suceso de este tipo tuvo lugar este viernes en el barrio de Canido, en el 38 de la calle Atocha. Una pequeña vivienda abandonada y ocupada de forma irregular terminó consumida por las llamas. Cajas, menaje de cocina y ropa se acumulaban por las estancias facilitando la propagación de las llamas.
En este caso, las circunstancias que rodean al incendio están pendientes de ser aclaradas, pues no se descarta que se trate de un fuego intencionado. Y es que la presencia de ocupas en inmuebles inhabitados genera un constante malestar entre los vecinos.
También en el barrio de Canido, en la calle Concepción Arenal, un gran incendio arrasó el segundo piso de una casa abandonada en junio del pasado año. Las llamas destruyeron tanto el suelo como el techo de la vivienda, afectando a parte de la estructura y obligando a instalar una malla protectora.
En el mes de julio de 2016 un bajo comercial abandonado en la calle del Sol –antiguamente quiosco Santi–, terminó totalmente calcinado por un incendio originado en la planta baja que también afectó al primer piso. Una pareja de ocupas usaba el inmueble desde hacía seis meses y no contaban con suministro eléctrico, por lo que el uso de velas era frecuente, como ellos mismos admitieron.
Aunque ambos se encontraban durmiendo en el interior cuando comenzó el fuego, lograron escapar y salir ilesos, perdiendo algunas de sus pertenencias. El apuntalamiento se reforzó y se tapiaron las entradas para evitar más ocupaciones.
Unas circunstancias similares se dieron en enero del pasado año en otro incendio en pleno centro de Ferrol. En esta ocasión, el inquilino vivía legalmente en el primer piso de un edificio de la calle Real que pertenecía a su familia, pero carecía de suministro eléctrico. Los bomberos hallaron hornillos de gas y velas en varias de las estancias.
Fue precisamente una de estas velas la que prendió en un sofá del salón, provocando un fuego en cadena por cortinas, sillones y otros muebles.
En noviembre de 2015, también en Canido, en la calle Alegre 66, una vivienda de dos plantas ocupada por un joven senegalés fue pasto de las llamas. Un instalación eléctrica irregular y precaria, según las indagaciones realizadas posteriormente, fue el origen del fuego.
La magnitud del incendio obligó a desalojar a varios vecinos de las viviendas colindantes y provocó importantes daños estructurales en un inmueble ya de por sí deteriorado. De hecho, recientemente todo el edificio fue derribado y actualmente solo queda un solar.