A propósito del Racing

A propósito del Racing

Pocos amores más desinteresados como el que le manifiesto al fútbol. En efecto, para cuanto ha ocupado en mi vida, siendo –como fui- un aprendiz mediocre del balompié, siempre en comparación con otras actividades (literatura, música, medios de comunicación, provechosos en el amplio sentido, también –lo digo sin ambages– en lo ecónomico), no he obtenido del fútbol sino placer, estético y ético (ya saben lo de Albert Camus, portero en la tercera división argelina, quien decía que todo su aprendizaje vital se basaba en el “deporte rey”). 
O sea, que he sido, soy y –me temo– seré futbolero hasta que me muera. Y –por supuesto– del Racing de Ferrol, del que no paso de modesto accionista (había pesetas todavía y que consolidar a nuestro club en aquel ascenso a Segunda de la mano del recordado Arteche), pero al que amo con la pasión y el orgullo de quien, siendo de aquí, no ve otra manera de vivir el fútbol con los pies en el césped. Antes, del Inferniño, o “Manuel Rivera” (¿para cuándo ese busto en el campo actual para quien fuera nuestro jugador más carimástico?; ahí estamos fallando), ahora de A Malata, estadio ubicado en un lugar muy hermosísimo, con vista espectacular cuando el avión de Coruña lo sobrevuela. 
Soy, en fin, racinguista desde cativo, desde que iba al Inferniño a ver a un Racing siempre en Segunda (década de los cincuenta) con mi padre y mi hermano Antonio. 
Mi padre, entonces Capitán de Fragata Araguas Neira, fue vicepresidente del Racing en la temporada 62-63, con Don Benigno Diáz-Santé de presidente. Cuando murió, mi patronciño, digo, se guardó un minuto de silencio en A Malata, en los prolegómenos de un partido contra el Burgos. 
Presidía, como todos los años anteriores, Isidro Silveira, y desde aquí, ahora que no está, le reitero mi agradecimiento como ya hice entonces, cuando Isidro vivía. Hablar de Isidro, ahora de los Silveira, es hacerlo de una familia de origen viguesa que dio en enraizarse en Ferrol, aceptando nuestras cosas buenas (muchas) pero también las malas (algunas; la peor el “autonoxo” de esos ferrolanos que no quieren serlo, los hay sí). Esta mala tropa son los que boicotean los proyectos nuevos para seguir quejándose de que “en Ferrol non hai nada”. 
¡Miaú! En Ferrol hay de todo, y un equipo de fútbol próximo al centenario que carece a estas horas de presidente. Necesario aunque no haya un vacío de poder, ni siquiera necesidad de que venga gente de fuera a colonizarnos, “Los tambores de Fu-Manchú”, como tengo dicho más de una voz, estaban bien para las sesiones continuas del Callao, y “Gorila” agitando la linterna como un farolillo de verbena. 
Se habla, también, de unos venezolanos, como si esto fuera “Bienvenido Mister Marshall” y por ahí seguido. Cuando de lo que habría que hablar es cómo sanear un club con el que no han podido ni la inepcia de alguno mandamases, ni el desinterés de cierto sector de la población (seguidores del fútbol, digo, pero no racinguistas). 
Cuando a mí me parece que una de las cosas mási serias que se puede ser en nuestro ámbito es “diablillo verde”. Como se nos bautizó en algún campo vasco luego de un partido épico. Lo cual que hace falta un presidente. Un hombre de respeto, un “tío” (dirían los gitanos), en el sentido lato de la palabra, que representándose nos represente. Y ahí no veo otro que José Criado Labajo, vicepresidente racinguista un cuarto de siglo ya. 
Sí, yo sé que Pepe dijo (a mí, en una entrevista que le hice para este periódico) que cuando Isidro Silveira se fuese él haría lo propio. Pero entiendo que se refería a otro tipo de marcha, no a la fúnebre, que desgraciadamente acompañó a Silveira no hace mucho. 
Pepe Criado (es mi amigo, debo aclarar, desde aquellos tiempos remotos del instituto, pero “amicus Plato sed magis amica veritas”), por encima de otras consideraciones es un caballero, un hombre de fútbol y un gestor categórico no anecdótico. Y eso es lo que quiero yo para mi Racing, un hombre limpio, por dentro y por fuera, que dignifique el tantas veces corrompido mundo del fútbol. A veces, incluso, exageradamente feo. 
Pocas veces me sentí peor que la vez en que plantó sus posaderas en el palco de honor de A Malata, aquel sujeto llamado Gil y Gil. En quien no dejo de pensar cada vez que veo (y –lo peor– oigo) a Donald Trump, “outra vaca no millo”, aunque este último, que yo sepa, nada tiene que ver con lo que en los Estados Unidos llaman “soccer”, para distinguirlo de su fútbol autóctóno, el fútbol americano, pues. Lo cual que animo a Pepe Criado para que se eche encima la pesada púrpura de presidir un equipo tan ferrolano como nuestro Racing. Y a quienes deben refrendarlo que no se lo piensen demasiado. 
Pienso que si hay en Ferrol alguien con talante (y talento) para ello es el gran Pepe Criado. A quien ya estoy pidiendo ese sitio de honor en A Malata para Manuel Rivera, busto, placa, azulejo, lo que corresponda. El mundo del fútbol a veces no es lo suficientemente generoso como quienes han hecho de él un deporte tan inmenso. Y debieran. Sí. 

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