Hermanos todos

Pío VII venía siendo,  con “Il trionfo”, el último pontífice  firmante de una encíclica fuera de Roma. Lo hizo (mayo de 1814) desde su italiana Cesena natal para anunciar que había recobrado  de manos francesas los Estados Pontificios. Hace una semana el papa Francisco imitó el gesto desde Asís, tierra de San Francisco, en este caso para rubricar ante la tumba del santo y poner en valor su tercera encíclica: Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social.

Se trata de un largo documento (287 puntos, otras tantas remisiones bibliográficas y dos oraciones) que se abre con el “fratelli tutti “ que el  santo por excelencia del amor fraterno,  la sencillez y la alegría dirigía a hermanos y hermanas para proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. 

De aquellos consejos el papa Francisco destaca el que  recomienda reconocer, valorar y amar a cada persona por encima de la cercanía física y del lugar del universo donde haya nacido o habitado.  San Francisco le inspiró a escribir hace cinco años la “Laudato si” (“Alabado seas [mi Señor]) sobre el cuidado de la casa común,  y ha vuelto a motivarlo ahora.

El Pontífice comenzó a redactarla antes de que estallase la gran crisis sanitaria mundial. Tras el impacto de un virus que ha dejado más de un millón de muertos en todo el mundo y sometido las economías, sus palabras adquieren especial relevancia. En este sentido,  escribe que  la fragilidad de los sistemas frente a la pandemia ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que  “además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro”, de modo que sobre este pilar “se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”.  

El papa es tajante al respecto (punto 168): “El mercado solo no lo resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal”. Se trata, a su juicio, de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo –dice- se reproduce a sí mismo sin más.

Otro de los pasajes más llamativos es el que se refiere (punto 120) a la función social de la propiedad. Un derecho este –recuerda el texto- que la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto e intocable y que sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario, derivado del principio del destino universal de los bienes creados.

En líneas generales bien puede decirse que la encíclica no incluye  temas sustanciales que el papa Francisco no haya ido desgranando a lo largo de estos sus siete años de pontificado. Pero aquí los sitúa en un contexto más amplio. ¿Su testamento espiritual? El documento ha sido considerado como de marcado carácter político y social; universal y universalista.  Una encíclica, en definitiva, para un mundo más justo. 

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