Vergüenza

Mientras nos avergoncemos, seguiremos dejando nuestro rastro de hombres por la tierra, rastro de humanidad. La pregunta es qué cantidad de vergüenza estamos dispuestos a cargar. Esa es la pregunta que me hacía viendo un vídeo grabado por un pasajero de un avión mientras una policía le daba una paliza a una persona a la que iban a deportar en un avión comercial con nuestro dinero. La saña y la falta de respeto de la policía era excesiva a todas luces. Llevaba yo  un pequeño discurso preparado para leer delante del Foro Galego de Inmigración que se celebraba en el Ateneo. Pero solo pude expresar vergüenza, toda sociedad nos avergüenza. No sé si ésta está llegando al cupo de nuestro asombro. Desde 2001 nos inyecta dosis de asombro y nos enfrenta a mentiras casi a diario, unas mentiras que ocasionan desarraigo, humillación, trashumancia y gente sin raíces vagando por este mundo de los ricos y de la abundancia. ¿A dónde iban a venir? ¿qué esperábamos? Al capitalismo le conviene que todos vivamos en el limbo, en una especie de no lugar, de no derechos, de no raíces porque así nos podemos olvidar primero de los demás y después de nosotros. Un mundo sin raíces es más fácil de dominar. Es así que desde el día de las Torres Gemelas todo lo que nos rodea es desconfianza y mentira, luego vendría una crisis económica a servir de coartada ideológica, con su ideología del miedo. ¿No es por eso que se está soportando tanta mentira, tanta promesa, tantas falsas intenciones, tanto miedo al otro, tanta falta de ética con una normalidad que asusta, que avergüenza? Guerras parciales que sustituyen a una guerra mundial, lejos de nuestras casas, en un mundo al que hemos renunciado a conocer, a entender. Un mundo que nos recordaba demasiado de dónde venimos, que nos ha traducido demasiadas veces. El limbo en informática es una zona en la memoria, volumen o espacio de almacenamiento a donde se envían los archivos borrados. Desde 2001 es limbo el espacio donde se desarrollan las batallas. Mientras sintamos vergüenza todavía no está todo perdido; hay sendas para encontrar de nuevo el camino.

Vergüenza

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