Nos quedamos sin tiempo

stos días se está celebrando en Madrid una nueva Cumbre del Clima. Y ya van 25 desde que en 1995 en Berlín se celebró la primera de ellas. En 1972, en Estocolmo se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano. Era la primera vez que el tema de la degradación medioambiental aparecía en la agenda de los principales gobiernos del mundo. Desde entonces el tema ha ido adquiriendo cada vez más importancia.
Las evidencias del cambio climático hacen que sea incuestionable. Los últimos cinco años han sido los más calientes de los que se tiene constancia. Los desastres climáticos son cada vez más severos y graves, con sequías, inundaciones, incendios y deshielos que no auguran nada bueno. El hielo de la Antártida se funde a una velocidad tres veces más rápida de lo que se pensaba.
El Acuerdo de París, firmado en 2015, se llegó al acuerdo entre todos los países de evitar que el aumento de la temperatura media del planeta no superase los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales. Ahora los investigadores avisan de que los esfuerzos que se están haciendo están muy lejos de conseguir esta meta y que deberían quintuplicarse si queremos cumplir con este pacto.
Con este panorama, resulta desalentador que en la Cumbre de Madrid haya importantes ausencias como las de China, India o Estados Unidos, que son los principales emisores de los gases responsables del calentamiento global. Trump ya propicio que Estados Unidos se saliera del Acuerdo de París, algo que ya había anunciado cuando no llevaba ni seis meses al frente de la Casa Blanca. Y lo ha hecho diciendo que están comprometidos con la crisis climática, pero a su ritmo.
Lo triste es que ese ritmo está muy lejos de ser suficiente. Los mensajes catastrofistas no dejan de llegar y parece que todos hacen oídos sordos. En las cumbres todo son buenas palabras, pero luego a la hora de la verdad no hay una verdadera apuesta por la revolución verde que nos ayude a descarbonizar nuestra industria y de verdad luchar por dejar algo más que un páramo a nuestros descendientes. Parece que quizás Europa esté dispuesta a asumir el rol de liderazgo necesario para poder dar el golpe de timón que nos ayude a sobrellevar lo que parece una catástrofe. Veremos si estas buenas intenciones al final son algo más que eso y se convierten en hechos.

Nos quedamos sin tiempo

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