Respira y expira

i has visto morir a alguien por insuficiencia respiratoria  no lo olvidarás jamás. Es una agonía tremenda, y sus síntomas son claros: respiración rápida con insuficiente aporte de oxígeno, decoloración en cara, labios y dedos, sudor muy abundante e imparable, frío corporal, confusión mental y de expresión, dificultad  para hablar  y, en el mejor de los casos, pérdida de consciencia parcial o total. Pretender que una persona en tal estado mantenga una conversación normal, sólo se le puede ocurrir a un gilipllas, un ignorante, o un operador del 112 falto de experiencia o irresponsable  total. 
Por eso, Aitor García Ruiz, de 23 años, se murió de trombosis pulmonar el 14 de enero de 2118, tras no ser bien atendido por ese servicio de emergencias médicas. 
Escuchar la grabación de la petición de ayuda de la madre de Aitor, del mismo Aitor, y la actitud, diagnóstico, respuestas del operador, y corte de la llamada, son reveladoras de una incapacidad profesional y negligencia  que condujo a Aitor a su muerte cerebral. 
Nadie vuelve de una muerte cerebral, es irreversible; y en esa situación dar  instrucciones por teléfono a alguien en shock, para que haga una reanimación cardiopulmonar, es  inútil. Lo mismo que tener en UCI cuatro días a Aitor, hasta dejarlo morir del todo. 
No quiero pensar que se le mantuvo con ventilación mecánica par que la familia se “enfriara”; pero expreso, con dolor, saber de un caso en que se hizo algo así. Aunque sé que asumo un riesgo (ser tachado de insensible, macabro, irrespetuoso, inmoral, retrasado mental, o cosas parecidas), lo digo con respeto: Sugiero que los servicios telefónicos de emergencias, pudieran contar con un  complementario servicio religioso, de aplicación telefónica, del Sacramento de la  Extrema Unción.

Respira y expira

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