Ministerios y ministros

Fue en el Senado donde el vicepresidente Iglesias admitió el sobrecoste de 22 ministerios en el ejecutivo de coalición. “Es verdad que es más gasto tener 22 ministerios que 15, es un tema que a nosotros nos preocupa”, dijo. 

En esto coincide con muchos españoles que no solo consideran un despilfarro el coste de un gabinete elefantiásico, también saben que varios ministerios no tienen más justificación que el reparto de poder entre los socios de Gobierno y son prescindibles. 

Por ejemplo, Consumo. No se conocen aportaciones del ministro Garzón para la gobernanza del país. Cada vez que habla no mejora el silencio y ahora acaba de injuriar al sector del Turismo que aporta un 13 % del Producto Interior Bruto y da trabajo a millones de españoles. 

O Universidades. La competencia gestora del ministro Castells es muy deficiente. Indignó al profesorado al decir que si los estudiantes “copian bien es una prueba de inteligencia” y en su última aportación apuesta por “intervenir las redes sociales”.    

O Igualdad. A la ministra Montero, el paradigma del cupo podemita, no se le conocen más logros que la ley “non nata” de libertad sexual, su protagonismo en la manifestación del 8 de marzo y decir el 12 de abril que “la salida de la crisis será antifascista”. 

O Trabajo. Ministerio necesario, pero la función de la ministra no es poner firmes a los empresarios, amenazar a los agricultores o saltar de alegría porque “somos capaces de dar cinco millones de subsidios”. Su función es propiciar que los empresarios creen cinco millones de empleos. 

Estos son del cupo de Podemos, pero en el banco socialista también se necesita más nivel y madurez a la hora de gobernar. Por ejemplo, en Ciencia y Tecnología el ministro Duque está de oyente o ausente, igual sigue orbitando la tierra. 

O Transición Ecológica. La ministra Ribera declaró la guerra al diésel -¿tendrá algo que ver la huida de Nissan de Barcelona a Francia?-, actuó a la ligera con la “transición a la nueva economía” que precipitó el cierre de As Pontes y en un arrebato de soberbia insultó a comerciantes y hosteleros, reticentes al plan de desescalada. O Educación, donde la ministra Celaa, en clara dejación de funciones, deja que el caos se instale en la enseñanza.  

En conclusión, es razonable la preocupación del vicepresidente: el coste del Gobierno es obsceno en esta situación de crisis. Pero es tan insultante o más la inutilidad de varios ministerios y la incompetencia y sectarismo de muchos ministros. Por eso sorprende que no proponga la reducción del número de carteras, incluida su vicepresidencia que también parece prescindible. Sería un rasgo de patriotismo como el que pide a los ricos del millón de euros. 

Ministerios y ministros

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