Gobernar con socios fiables

escribo el martes, antes de que el Gobierno apruebe la batería de medidas económicas para minimizar los efectos de esta crisis. Por tanto, este comentario se limita a exponer otras cavilaciones siguiendo el hilo de los acontecimientos.  

La primera es constatar la indignación de los ciudadanos con el Gobierno por la tardanza en comunicar el sábado los acuerdos del Consejo de Ministros. La causa, la división interna que hace que el Ejecutivo pierda crédito a raudales cuando la confianza es imprescindible en una situación de crisis. Además, el vicepresidente infectado rompió la cuarentena que se exige a los ciudadanos. ¡Vaya ejemplo!.

Para compensar, reconforta que el Gobierno asume el mando único para afrontar este tsunami sanitario y económico. Cuenta con la lealtad de la oposición y de las autonomías salvo la catalana que antepone su ideología identitaria a la salud pública. Torra acabará culpando a la Constitución española de que el virus chino infecte a Cataluña.

¿Cómo salir de esta crisis? El presidente Sánchez en alguna comparecencia apeló a la responsabilidad y colaboración de las fuerzas políticas. Pero él sabe que en política los “apoyos patrióticos” -los cheques en blanco- son raros y no deben pedirse desde el atril de una rueda de prensa en plan “abstente o apóyame y después yo gobierno como y con quien quiera”.

Si quiere el apoyo de la oposición debe cautivarla, convocar a sus líderes, sentarse y discutir políticas y programas hasta alcanzar acuerdos para la gobernanza del país. Eso hicieron socialdemócratas y democristianos en Alemania negociando durante meses y su coalición resultó duradera.

Resolver la crisis sanitaria y su impacto brutal en la economía –igual que el desafío catalán, el deterioro institucional y más problemas serios que tiene el país– necesita de todos y ahora es el momento de que el presidente amplíe su campo de visión política y explore la coalición con los partidos constitucionalistas.  

Sencillamente, porque sacar a España de esta crisis múltiple requiere gobernar. Es decir,  dirigir –marcar el camino– y decidir, tomar medidas a veces impopulares, siempre dentro de la ley, sin concesión alguna a la ilegalidad. Con el sentido de Estado que no le dan sus actuales socios de gobierno, ni los nacionalistas que le apoyan que dicen que “la gobernabilidad de España nos importa un comino”.    

Gobernar con políticos que respetan la Constitución también es progresista y sobre todo más confortable. El dilema del presidente es elegir entre ser un líder sólido acompañado de socios fiables o un títere manejado por populistas y nacionalistas que, después de esquilmarlo políticamente, le dejarán solo.

Gobernar con socios fiables

Te puede interesar