Josep Jekyll y Borrell Hyde

Vaya por delante mi respeto intelectual hacia Josep Borrell. Es un hombre cuya mente vuela alto, aunque a veces su carácter se dispare. Y le ocurre que, sintiéndose por encima de la mayor parte de sus interlocutores, es de los que te reprenden, si eres periodista, por haber hecho alguna pregunta incómoda, olvidando que lo inoportuno son las respuestas. Acabo de escucharle en uno de esos foros de campaña, ante el que quiso presentarse como cabeza de la candidatura del PSOE en las elecciones europeas y tuvo, a su pesar, que terminar contestando a nuestras interrogantes... como el ministro de Exteriores que sigue siendo.

Lo que ocurre es que España está inmersa en un planeta de alto riesgo, en el que personajes como Trump y Putin adquieren un protagonismo no siempre deseable. Y que la tensión abierta con Irán, que es improcedente por parte de EEUU, según Borrell, ha encendido las luces de alarma. Y sucede también que una fragata, la “Méndez Núñez”, acapara primeras páginas nacionales (y no solo) al abandonar súbita e inopinadamente la misión con EEUU en el Golfo Pérsico, cuestión sobre la que interpelaron al ministro Borrell y no al candidato Josep. Y, junto a estos, fueron muchos los temas que el aún jefe de la diplomacia hubo de esforzarse en responder o, mejor, en no responder, porque aquello era poner en un brete al candidato en las euroelecciones.

Ha hecho mal Borrell en aceptar la dualidad de funciones y creo que se ha equivocado Sánchez manteniendo en primera fila a su “hombre en Europa”. Cierto que un Gobierno en funciones tiene pocas posibilidades de maniobra, pero si el encargado de Asuntos Exteriores tiene que estar pensando en cómo arañar votos, esa maniobrabilidad se reduce a casi cero. Y quien acaba pagando el pato es el país, que no puede fiarlo todo a esa especie de superministro de Exteriores en el que a veces parece quererse convertir Sánchez, aprovechando que se ha revelado súbitamente, por mor de las elecciones, como una especie de líder de la socialdemocracia europea.

Comprendo que no era nada fácil sustituir a Borrell en estas circunstancias; me hubiese gustado preguntarle por los nombres que se rumorean como candidatos a sucederle: algunos me gustan, otros me inquietan, pero no es este el momento ni el lugar para andarse con quinielas de ministrables. Solo diré que creo que la ofensiva exterior de España ha de consistir en algo más que en congregar embajadores y “diplos” para que defiendan la buena reputación de nuestra nación, que algún fugado independentista se empeña en destrozar, a veces con cierto éxito. Esa ofensiva exterior pasa por trazar una hoja de ruta ambiciosa en lo europeo, independiente en lo atlántico –no consiste solamente en hacer declaraciones contra Trump–, afanoso en lo iberoamericano y ético en lo que se refiere a asuntos polémicos, como la inmigración, la lucha contra los populismos o la venta de armas a países “gamberros”. Eso, y una capacitación técnica que nos permita defendernos de esa guerra de las galaxias puesta en pie por centenares de hackers que son, en realidad, funcionarios de ciertos Estados que usted y yo sabemos. Y me temo que Borrell no está para pensar en todas esas cosas.

Josep Jekyll y Borrell Hyde

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