Ni pudor ni rubor

Es cierto que desde la aparición del primer ser humano sobre la tierra, nada es original.

Dicho lo anterior, no es admisible que impunemente se puedan cometer actos de la que pudiéramos llamar “piratería intelectual”, que consiste en apropiarse indebidamente del esfuerzo, mérito y conocimiento de los demás, sin mencionarlos expresamente o no reconocer o confesar ser seguidores o discípulos de sus descubrimientos y enseñanzas.

Ante el cúmulo de plagios cometidos por políticos para conseguir másteres, títulos académicos, doctorados o cualquier mérito intelectual o científico, no es aventurado afirmar que el plagio se ha convertido en uno de los deportes favoritos de los políticos.

Plagio, del latín “plagium” significa secuestro y del griego “plagion”, significa oblicuo o engañoso, es decir, el que con astucia, falsedades o mentiras procura engañar a alguien en un asunto.

Atendiendo a los ejemplos, del exterior y de nuestro país, podemos decir que “España es diferente”.

Lo dicho anteriormente se demuestra por los ejemplos que recoge el escritor Alejandro Miranda Montesinos de casos de deshonestidad intelectual y falta de rigor de ciertos políticos europeos que han pagado con el cese o la dimisión de sus cargos semejante “trapacería”, cosa que no ocurre en España.

Entre los extranjeros, cita al Ministro de Defensa alemán, Karl-Theodor zu Guttenberg que perdió su título de Doctor en Derecho y tuvo que renunciar a su cargo público, tras descubrirse que había plagiado aproximadamente el 20% de las 472 páginas de su tesis doctoral. Igualmente,  ocurrió con el Presidente de Hungría Pál Schmitt, que fue desposeído de su título de Doctor, por haber plagiado más de 197 páginas de las 215 que componían su tesis doctoral, dimitiendo por ello de su cargo de Presidente.

Si ese panorama se compara con la actual situación política española, la diferencia no puede ser más elocuente pues, pese a haber sido descubierto y demostrado que tanto el actual Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como el actual Presidente del Senado, Manuel Cruz, incurrieron en notorias faltas de ética profesional y académica, apropiándose indebidamente y sin el consentimiento , autorización y cita de su autor, de textos, artículos, ideas y pensamientos de otros escritores, continúan ajenos a la higiene mental y rigor intelectual exigidos a quienes invocan y llenan sus currículums para alcanzar y ostentar cargos públicos, con méritos que ni son propios ni les corresponden.

Esta plaga de plagios de la clase política española nos permite afirmar que muchos de nuestros políticos más representativos podrían ser calificados sin reparo alguno, de auténticos y verdaderos “plagiarios”.

El cultivo del plagio se ha convertido, para muchos políticos, en algo tan importante o más que la propia mentira o mendacidad.

Ni pudor ni rubor

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