Los tontos de España

hubo un tiempo en el que decidir montar una empresa, por pequeña que esta fuera en sus inicios, decía mucho de quien se atrevía a poner en práctica sus sueños. Nos llamaban emprendedores y hasta decían de nosotros que éramos unos valientes por contribuir a generar riqueza y empleo, en muchos casos no solo para uno mismo, sino para aquellos a los que proporcionábamos un medio de vida gracias al que subsistir. El empresario de raza, luchaba contra viento y marea frente a todas las tormentas y se recomponía de cada embestida con una nueva idea. Ese talante fue lo que me llevó, al concluir todos los estudios que me avocaban hacia la Universidad, a cursar un Diseño de Moda que por aquel entonces no engrosaba las filas de las titulaciones superiores. Quería crear y generar ilusión y riqueza; lo que me invitó a pelear por mis ideales y a sacar de mí la esencia latente de empresarios familiares que me precedieron.
A día de hoy, en lugar del merecido monumento al autónomo por dar tanto a costa –muchas veces– de su propio bienestar, nos vemos ninguneados una y otra vez. El trabajador por cuenta propia se ha convertido en un mequetrefe para los políticos y, en muchas ocasiones, es subestimado por ciertos empleados que valoran su trabajo personal en demasía. El maldito Corona Virus ha cerrado de un plumazo nuestro flujo de ingresos y, moralmente, nos obliga a sostener las empresas creadas con sangre, sudor y lágrimas. Escuchamos sin cesar que las ayudas llegarán, que no lo pasaremos mal, que padre gobierno estará ahí para salvarnos si las cosas se ponen feas; pero es que resulta que ni yo ni ninguno de mis compañeros tiene línea directa con ese patriarca para decirle cuatro frescas y rogarle que no ponga las cosas tan difíciles. Que se deje de letra pequeña y de buscar recovecos burocráticos que solamente sirven para hacernos perder el tiempo, en unos momentos en los que la figura paterna es más que imprescindible.
Pero papá no está. Papá ha desaparecido. Papá está sobrepasado. Las gestorías se vuelven locas con un BOE que se modifica de un día para otro. Las informaciones son confusas y contradictorias. Los Bancos todavía no disponen de esos créditos avalados en un setenta por ciento por un Estado desbordado por una crisis sanitaria sin precedentes… Y los gastos corren para los empresarios, mientras prácticamente el resto del país se acoge a un ERTE forzoso gracias al que, al menos, podrán salvar los muebles frente a unas empresas que o no pueden o no van a poder pagar sus salarios… Y así estamos. Frente a un escenario dantesco de destrucción de vida por culpa de una enfermedad para la que no se destinaron recursos, materiales o previsión en cuanto asomó la pata por debajo de la puerta; así como ante otro –no menos oscuro a medio plazo– de un país inactivo. 
Quizás, si los presupuestos que manejan los mandatarios –sean del color que sean–, estuvieran destinados en mayor medida a la investigación científica y a facilitar la vida a aquellos que contribuimos a enriquecer al país por medio de nuestros impuestos y de  la generación de empleo; el panorama actual no sería tan dantesco. Esperemos que ayuden sin dilación, sin condiciones leoninas y a la voz de ya, a todos y a cada uno de los que ahora necesitamos que nos devuelvan un poco de lo mucho dado.

Los tontos de España

Te puede interesar