El legado de Luis Huici

la galería La Marina- José Lorenzo recupera la figura del artista Luis Huici ( Barballor, Zaragoza 1896- Pastoriza 1936), en la primera muestra comercial que se hace sobre la obra de un creador que fue fundamental en la vanguardia coruñesa de las décadas 20 y 30 del pasado siglo y que está prácticamente olvidado.
Hijo de un farmacéutico gallego y de madre asturiana, aprendió la profesión de sastre en Oviedo y en 1920 se vino a vivir a A Coruña, montando su sastrería en el edificio Pastor, que pronto se convertiría en lugar de encuentro para tertulianos ilustres, como Urbano Lugrís, Seoane, Cebreiro o Francisco Miguel. Figura poliédrica, fue pintor, dibujante, grabador, escritor, activista cultural y político, creando el primer cine-club coruñés, cuyas proyecciones se hacían en el cine Savoy en el que se dieron a conocer autores de la talla de Eisenstein; también diseñó un modelo de traje “el corte Huici” que vistió a los elegantes de la ciudad. Colaboró con el diario La Zarpa de Ourense y con la revistas Vida y Galicia, entre otras; pero sobre todo fue notorio su trabajo de dibujante para Alfar, la más importante y prestigiosa revista de vanguardia que entonces se editaba en España.
En la edición facsímil de Alfar, que se publicó en 1984, gracias a César Antonio Molina, podemos descubrir su grácil y rítmico dibujo, en ilustraciones como Ritmo flamenco, La muiñeira, Violonchelista o Clarinetista. En las 20 obras que se exponen en La Marina, la mayoría dibujos a lápiz, se puede constatar esa tendencia suya a que el motivo aparezca definido por unas pocas líneas o trazos esenciales. Retratos como los de Francisco Miguel, Arturo Souto o Fernández Mazas son ejemplos de su arte para captar el alma del modelo. Hay una serie de dibujos de jóvenes cuya entidad se desconoce, pero que sin duda tuvieron nombre y quizá fueron amigos suyos, que también dejan constancia de su facilidad y soltura en el retrato. Respecto a la pintura hay un óleo de 1929, titulado “ El ciego”, que, en tonos un tanto ácidos de complementarios de marrones y verdosos, muestra todo el aterrado asombro de un hombre como sin rumbo, perdido por un camino y que se podría entroncar con ciertos expresionismos, como el de “El grito” de Munch.
Entre los dibujos que parecen destinados a la ilustración hay uno que destaca por su cuidadosa composición y la elegante belleza del motivo, que representa la parte superior de dos ciervos enfrentados, dando primacía así a sus cornamentas que parecen flotar en el aire. La exposición deja abierta la expectativa ante la casi desconocida obra de un creador, cuya vida fue desdichadamente truncada por la saña fratricida que desató la guerra civil.
Compañeros de viaje, como Luis Seoane con un expresivo dibujo sobre Valle Inclán, Carlos Maside con sus entrañables mujeres del pueblo, o Cándido Fernández Mazas con un retrato modiglianesco en azules de una estilizada joven, muestran a su lado ese nunca bien ponderado sueño de captar la vida y, más aún, de reinventarla.

El legado de Luis Huici

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