España vivió el primer día sin las mascarillas con cautela y dudas

España vivió el primer día sin las mascarillas con cautela y dudas
Un hombre toma una tapa en un bar de Madrid con la mascarilla en la muñeca | EP

España vivió ayer el primer día sin mascarilla en dos años en la mayoría de interiores con cierto alivio de la población, pero también con recelos a quitársela y muchas dudas aún sobre lo que pasará en algunos ámbitos, como el laboral y el escolar, que el real decreto publicado no despeja.


Poco antes de las ocho de la mañana, el BOE subía la nueva normativa sobre el uso del cubrebocas que aprobó el Consejo de Ministros con la que se pone fin a 700 días de obligatoriedad en todos los espacios cerrados, salvo para trabajadores y visitantes de centros, servicios y establecimientos sanitarios, centros sociosanitarios y transportes, menos en andenes y estaciones.


Como sucedía antes, quedan exentas personas con algún tipo de enfermedad o dificultad respiratoria o que, por su situación de discapacidad o dependencia, no dispongan de autonomía para quitársela o presenten alteraciones de conducta que hagan inviable su utilización.


También cuando, “por la propia naturaleza de las actividades, el uso de la mascarilla resulte incompatible, con arreglo a las indicaciones de las autoridades sanitarias”.


El real decreto se ciñe a los ámbitos donde la mascarilla continuará siendo obligatoria, si bien la recomienda para todas las personas “con una mayor vulnerabilidad” (mayores de 65, inmunodeprimidos, embarazadas) en cualquier situación en la que “se tenga contacto prolongado con personas a distancia menor de 1,5 metros”.


Por ello, se aconseja “un uso responsable en los espacios cerrados de uso público en los que las personas transitan o permanecen un tiempo prolongado”, en los eventos multitudinarios y en el entorno familiar y en reuniones o celebraciones privadas “en función de la vulnerabilidad de los participantes”.


Reacciones

A pesar de ello, la medida sí que ha sido recibida con cierta alegría y alivio por parte de la mayoría de los ciudadanos, que la aceptan como un signo del final de la pandemia, aunque todavía son muchos los que se muestran cautelosos y optan por mantenerla.


“Como ciudadana estoy contenta, porque teníamos todos muchas ganas de quitárnosla, pero en comercios creo que la mayoría por ahora vamos a seguir utilizándolas”, comentaba Gema, vendedora de una tienda de ultramarinos del Mercado de Chamberí de Madrid.


Los comerciantes afirman que una gran parte de sus clientes sigue entrando a los locales con ella y “son excepciones” los que no la llevan, señala Rafael, carnicero, quien la seguirá usando en su trabajo “para salvaguardar a los demás”.


En los transportes públicos, la gente está de acuerdo con que siga siendo obligatoria, ya que “donde haya mayores aglomeraciones es bueno que se siga usando”, en palabras de Luisa, usuaria de metro.


“Sigo llevando la mascarilla incluso por la calle. No me gusta nada la idea de compartir espacios interiores con gente sin mascarilla”, reconoce Eva, propietaria de un pequeño negocio en el Eixample de Barcelona. 


Darias insiste en que las mascarillas no son obligatorias en el ámbito laboral

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, corroboró ayer que las mascarillas han dejado de ser obligatorias como norma general en el ámbito laboral, pero insistió también en que deben ser los servicios de salud y prevención de las empresas los que valoren el riesgo y decidan al respecto.


Las mascarillas ya no son obligatorias”, aseveró Darias, y destacó que las excepciones a esa norma general afectan a los centros y establecimientos sanitarios y a los medios de transporte por la elevada interacción social que se produce en ellos.


Y tampoco son obligatorias, como norma general, en el ámbito laboral, dijo la ministra, pero recordó en que deben ser los servicios de salud y prevención de riesgos laborales los que deciden. 

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