Volver

Volver a casa siempre es motivo de alegría. Porque, sí, para mí escribir en Diario de Ferrol, habiendo sido parte de su plantilla fundacional, hace ahora 24 años, y haber desarrollado mis primeros años de profesión en la redacción de un periódico que nació con el claro objetivo de poner la información local ferrolana en primera línea, es algo así como reproducir la parábola del hijo pródigo. Eso sí, me siento encantada de volver y profundamente agradecida por la oportunidad brindada.
 

Vuelvo de forma puntual -o, mejor dicho, ocasional- e incumpliendo una de las premisas básicas que se aprenden en primero de Periodismo y se repite machaconamente a lo largo de toda la carrera: la objetividad. La incumpliré porque de la información pura y dura, la de la veracidad, la de contrastar las fuentes y la de buscar esa objetividad a la que me refería, me paso a la opinión, la que emitiré tratando de, por supuesto, ceñirme lo máximo posible a la realidad.
 

Vuelvo para escribir acerca de Ferrol, objetivo que compartimos esta cabecera y yo misma, para abordar aquellos temas locales que estime relevantes desde mi perspectiva de ciudadana privilegiada, la que ha sido hasta hace nada responsable del gobierno municipal y ahora ocupa un escaño en la bancada de la oposición. 
 

Vuelvo porque Diario de Ferrol me ofrece la posibilidad de valorar lo que acontece en el día a día de nuestra ciudad y de poner sobre la mesa y someterlo al debate público, al de ustedes, al de vosotros, los lectores, propuestas e ideas de mejora para su desarrollo y necesaria diversificación económica. Y podré hacerlo, por supuesto, desde el respeto y desde el cariño infinito a una urbe que en la actualidad atraviesa un momento dulce y que, si no se tuercen las cosas, tiene ante sí un futuro ilusionante. Las bases, si me permiten emitir ya mi primera opinión, han quedado definidas y hondamente fijadas a lo largo del mandato del que he tenido la fortuna de forma parte, por lo que solo falta seguir esa línea trazada y continuar con la apuesta por ese Ferrol emprendedor, ese Ferrol acogedor, ese Ferrol tecnológico, ese Ferrol rehabilitador, ese Ferrol universitario, ese Ferrol social, ese Ferrol patrimonio, ese Ferrol dinámico; en definitiva, ese Ferrol vivo que lleva años luchando por asomar la cabeza y que, por fin, ahora parece que ya empieza a hacerlo.
 

Y vuelvo, por qué no decirlo, porque la profesión cuando es vocacional  -como, insisto, creo que es mi caso- no solo no se pierde, sino que genera una especie de enganche del que es difícil, o imposible, “salir”, aunque pasen los años y las circunstancias vitales y laborales experimenten cambios de diferente índole y calado. Así que creo sinceramente que no hay escenario mejor que el que tengo delante, el de poder seguir ejerciendo el periodismo -aunque sea desde otro punto de vista, el que mezcla profesión con la que es mi devoción y ocupación actual, la política- en casa, en un medio que, aunque haya experimentado diversos cambios, mantiene la esencia para la que fue concebido. Ese “Diario de Ferrol: Las cosas de aquí, contadas desde aquí” que se leía en las vallas publicitarias allá por 1999, continúa vigente. Y a eso me sumo. Vamos allá.

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