Los voluntarios que trabajan en el campo de lo social, de la ayuda a los más necesitados, son el corazón de cualquier institución. Personas comprometidas que con sus actuaciones ponen en marcha el motor silencioso que lleva la esperanza a las personas, y a la comunidad, allí donde los necesitan. Cada usuario que atienden es la bandera de enganche y la esperanza, el objetivo, a perseguir en cada actuación que los lleva a mirar más allá de la incertidumbre para comunicar que algo bueno está por venir.
Las personas voluntarias están cerca de quienes los necesitan. Son como ese faro que da luz en medio de las tinieblas. Una mano amiga que no abandona. Una respuesta concreta. Y los que trabajan en este campos son conscientes de que se trata de un camino que deben recorrer juntos para hacer posible lo que parecía imposible.
El voluntariado aporta todos sus esfuerzos para empujar el cambio social y lo hace desde el campo de la gratuidad. Recorren un camino que la gran mayoría de las veces es difícil, sinuoso y comprometido pero que cuando llega a la meta, al objetivo perseguido, se produce una tremenda satisfacción demarcadora de que la iniciativa desarrollada alcanzó lo que se había propuesto con la acción desde el primer momento que se aceptó la misión encomendada.
Recientemente asistí a un encuentro entre representantes políticos, sociales, de instituciones y entidades que trabajan en el campo de lo social. Allí quedó patente que el voluntario es esa persona anónima que da algo a cambio de nada. Son fundamentales para poder desarrollar el trabajo, los programas y las iniciativas que se ponen en marcha por parte de las entidades que trabajan con las personas más desfavorecidas. Hoy en día su trabajo es de suma importancia para conocer de manera directa el camino que se debe recorrer para poder prestar la ayuda que se demanda en cada momento. El voluntario, muchas veces poco reconocido, es imprescindible para desarrollar una programación total o parcial en el campo de la ayuda de los que más lo necesitan.
La incorporación a la acción voluntaria debe ser un proceso dinámico donde se orienta, acompaña y explica a la persona la identidad y la misión de la institución a la que se incorpora y las tareas que va a realizar en ella. Es importante definir perfiles de los puestos de voluntariado para integrar en ellos a las personas adecuadas. De esta manera se sentirán integradas y satisfechas en la tarea que realizan y podrán desarrollar las acciones atendiendo a las necesidades en cada momento, y las que tiene cada persona. Son el eje central y vertebrador para conseguir los mejores resultados que siempre van destinados a las personas que demandan ayuda.
El voluntario que trabaja en cualquier entidad de ayuda social debe tener en cuenta una serie de postulados a través de los cuales acompaña, promueve, soporta, potencia, posibilita, dinamiza, detecta, valora a la persona y dice sin palabras que se puede contar con ella; pero nunca suple. Las personas voluntarias se comprometen con los otros y por los otros y creen en el cambio social hacia una sociedad más justa. Un voluntariado que se desarrolla desde las tareas realizadas y desde las actitudes expresadas. Hoy en día su trabajo es fundamental para mejorar a todos los niveles la sociedad en la que vivimos, y para tender la mano permanente a los que necesitan ayuda.