Vivimos en mundos distintos

Lo que está sucediendo en España es un poco “abracadabrante”. La política va por un lado y la ciudadanía por otro, son una especie de líneas paralelas que no acaban de encontrarse. Los rencores anidan en las cúpulas de los partidos que ocupan el gobierno y hacen de ello una forma absurda de entender la política, mientras la sociedad civil se ocupa y preocupa por la realidad de cada día, por el precio de los alimentos y la carestía de la vida que impide a muchas familias llenar sus neveras con los productos más esenciales. El gobierno mientras desborda un optimismo forzado en base a cuestiones que los ciudadanos han superado hace ya muchos años. Es verdad que cada vez que hay una crisis el recurso al odio está siendo utilizado tanto que ha perdido efecto. A estas alturas boxear contra el fantasma de Franco, como dijo Alfonso Guerra, es anacrónico y ya no cuela. Ahora vuelven al ataque con esta estrategia cambiando de lugar, por quinta vez, los restos de Primo de Rivera que, por cierto, es posible que un altísimo porcentaje de la población ni identifique y que, curiosamente, está reconocido como víctima de la guerra civil por el estado. El comodín del franquismo está agotado, ya lo han exprimido hasta la extenuación y el público ya no compra este relato. Les garantizo que el debate sobre el franquismo está enterrado por la ciudadanía más ocupada del presente y del futuro que del pasado. Una vez zanjado este debate, es necesario buscar otro argumento para tensionar la vida de los ciudadanos y buscar en el barro nuevos argumentos que movilicen al electorado de izquierdas que flaquea en sus apoyos al gobierno mientras desde Moncloa se fuerza la creación de un espacio de extrema izquierda que sirva a Sánchez de muleta y le sirva para intentar seguir en el poder y, ya de paso, romper Podemos con traiciones romanas que pretenden cobrar sus 30 monedas en escaños y prebendas. Todo y cualquier cosa por seguir en el poder. Ahora la gran preocupación de la asilvestrada izquierda pasa por la presencia del emérito en Sanxenxo y resulta curioso ver la preocupación de los republicanos por el daño que la presencia del rey le hace a la institución monárquica. Créanme que me he molestado en preguntar a muchas personas que no viven de la política su opinión sobre las visitas a España de Juan Carlos de Borbón y casi casi, las respuestas son unánimes: que venga cuando le de la gana. Algunos matizan, dicen que si tiene cuentas pendientes con la justicia que las atienda, pero lo cierto es que no tiene causa alguna abierta contra él. Otros apuntan a que si tiene deudas con el fisco que las pague, pero lo cierto es que ya saldó estas deudas, creo recordar que pagó unos siete millones de euros para regularizar su situación. La inmensa mayoría le reconoce sus méritos en la transición y valora su renuncia a todos los poderes que recibió en favor de la democracia. Está claro que en los últimos tiempos cometió errores que no pueden borrar sus servicios a España, dentro y fuera de nuestras fronteras. Y cuando escucho a los vecinos de Sanxenxo, la respuesta es unánime una vez más, ¡que venga más! Los hosteleros dan botes de alegría y la proyección de la imagen del pueblo a nivel internacional es indudable. Los republicanos del gobierno están que trinan, la proximidad de las elecciones los tiene estresados.

Vivimos en mundos distintos

Te puede interesar