La tortura del soldado Anulja

Fue el romano Plauto quien dijo que “lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”, expresión que popularizo Thomas Hobbes en su obra Leviatán en la que describe la naturaleza violenta y egoísta de los seres humanos hacia sus semejantes cuando no están controlados por una autoridad superior. “Homo hominis lupus”, sentenció.


Pero no es el propósito de este comentario -sería una temeridad- desarrollar el pensamiento del filósofo inglés y su visión de la naturaleza humana, su contrato social o la necesidad de un Estado autoritario, que marcó el pensamiento político en el siglo XVII.


Rescato su famosa frase después de leer el reportaje de Alexander Kauschanski (XL Semanal del 7 de julio) en el que relata el terror que vivió el soldado ucraniano Oleksiy Anulja, que constata que “el hombre es un lobo para el hombre”. Capturado en Chernigov y llevado a Rusia, padeció las formas de tortura más “perfeccionadas” y crueles, entre ellas la violación.  


“Me llevaron a una granja cerca de Bielorrusia, atado me metieron en una habitación, me golpearon y violaron… Al día siguiente me izaron hasta el techo con un cable atado a las muñecas… Por la mañana nos levantaban a las seis menos diez para desayunar tres cucharadas de avena, una rebanada de pan y un vaso de agua hirviendo… A las diez de la noche nos permitían dormir, pero tan pronto como cerrábamos los ojos un estruendo resonaba en la celda: “¡Levántense, perros!... Rezaba para no vivir al día siguiente…”.  


Son algunos fragmentos, los “más presentables”, de las calamidades que pasó el prisionero Anulja hasta que fue liberado “después del año nuevo de 2023” en un estado físico lamentable. Me rompieron la nariz, la clavícula, ocho costillas, mis músculos estaban desgarrados, mis piernas podridas y negras… Me trataron en hospitales ucranianos durante seis meses y en Israel y Letonia durante cuatro…”.  Ahora cuenta su historia para que nadie olvide que hay ocho mil compatriotas en las cárceles rusas padeciendo el mismo trato.  


La tortura, una práctica infame, se sigue ejerciendo hoy como ayer en las naciones en conflicto y en los regímenes dictatoriales, algunos cercanos, como Venezuela, Cuba y Nicaragua, que persiguen ideas políticas y gobiernan a sus “súbditos” con mano de hierro al margen del elemental derecho humanitario o de los derechos humanos.  


La capacidad de infligir sufrimiento físico, emocional o sicológico a otros seres humanos es una característica de nuestra especie, el mundo animal es menos cruel. No iba descaminado Thomas Hobbes cuando hablaba de la “naturaleza violenta” de los humanos que se manifiesta en la práctica de la tortura con formas de extremada crueldad y en otras atrocidades, como el bombardeo de hospitales en Kiev y Gaza. Con estos hechos cuesta mucho creer en la humanidad.  

La tortura del soldado Anulja

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