Rompiendo mitos

en este cambio de época los razonamientos de un buen número de políticos solo pueden indicarnos dos cosas: o que nos están tomando el pelo o que sus capacidades intelectuales están bajo mínimos.    


Los que hemos perdido la inocencia política, no comulgando con ruedas de molino, estamos observando que los gobiernos, sean del color que sean, por lo general trabajan como mayordomos del poder.


Hay quién lo achaca a la crisis que está sufriendo la partidocracia. Aunque no es menos cierto que esa crisis se está cebando más con los partidos de izquierda; su desnorte hace que se parezcan a un boxeador arrinconado en el cuadrilátero.  


A todo ello hay que añadir que desde hace tiempo el poder ya no necesita la versión socialdemócrata que utilizó en la Guerra Fría como muro de contención contra un enemigo que dejó de existir en 1991; se dice que esa fue la razón por la cual la socialdemocracia fue obligada a renunciar a sus señas de identidad.


Pasados los años un grupo de jóvenes pareció que iban a intentar revivirla. Primero tomando las plazas y más tarde proponiendo un nuevo proyecto de izquierdas. Pero aquel sueño parece estar acabando.  


Desde que accedieron a una pequeña parcela en el Gobierno, apenas relevante, se dedicaron a rellenar el vacío socialdemócrata con relatos que, en algunos casos, no hay por donde zurcirlos ni razonarlos.


Algunos opinólogos creen que el proyecto creado por aquellos jóvenes no es más que una “versión posmoderna” de una izquierda que fue inventada por el poder para protegerse a sí mismo; aunque no hay certeza de que fuera así, sí es cierto que hay cosas que apuntan en esa dirección.


Sea cierto o no, el poder tiene capacidad para eso y mucho más. Prueba de ello es que con demasiada frecuencia sitúa a sus topos (periodistas) en ciertos medios de comunicación, que pasan como “progres”, con el objeto de manipular a sus acólitos. ¡Ay los engaños!  


Por eso hay quien cree que la nueva izquierda y el nuevo feminismo son compañeros de viaje. Se dice que fueron construidos en algún laboratorio de ideas de los grandes grupos de poder que tienen en sus agendas múltiples intereses y propósitos.  


Lo cierto es que algunos contenidos de la nueva versión feminista resultan un tanto chocantes, incluso para gente de izquierdas. Es muy revelador que hablen poco de luchar al lado del hombre, viéndolo como compañero de viaje, más bien parece que gastan todas sus energías luchando contra él.  


En todo este proceso hay cosas sorprendentes. Una de ellas es la nueva aplicación Splitwise para distribuir las tareas del hogar entre la pareja, más que defender a la mujer parece una herramienta orientada a controlar los ciudadanos.  


Es verdad que vivimos tiempos retorcidos. Quizá por ello hay gente que ya no cree en los partidos ni en promesas políticas. Una actitud que hasta cierto punto se puede comprender aunque no se comparta. En todo caso, algunas diferencias por pequeñas que sean las hay. Es cuestión de analizarlas.


Es por eso que está habiendo personas que a la hora de votar piensa que lo importante es votar por los que consideran “menos malos”, refiriéndose a los partidos que tratan de proteger lo público (salud, enseñanza, pensiones, etc.) de aquellos otros que quieren privatizarlo todo vendiéndolo a sus amigos o a fondos de inversión.


Es cierto que en estos tiempos la línea divisoria entre izquierda y derecha es demasiado fina, a veces casi invisible. Por lo tanto, no le resulta fácil a la mayoría de la gente, intoxicada con tanta desinformación, descubrir las diferencias que hay entre ambas posiciones.


En todo caso, los enemigos de la izquierda están en sus propias filas y no en la derecha, como algunos airean para no ver la realidad. Uno de esos enemigos es la izquierda neoliberal, esa que todavía juega a ser socialdemócrata pero que dejó de serlo hace mucho tiempo. Y el otro enemigo es la izquierda posmoderna, puesto que con sus desatinados relatos lo único que está consiguiendo es rechazo social.  


A pesar de la debacle electoral que tuvo esta última el 28-M sus líderes parece que todavía no se han enterado de las causas.


Lo cierto es que hoy la izquierda tiene un problema. Y muy gordo. 

Rompiendo mitos

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