Las necedades están al alza. Pero lo más preocupante es que su precio lo están estableciendo los compradores. Eso significa que el ciudadano de a pie está teniendo problemas a la hora de separar el polvo de la paja.
Hay mucha confusión. Prueba de ello es que cuando abrimos el navegador de nuestros móviles nos encontramos con una mezcolanza de alarmantes titulares cuyos contenidos no dicen ni significan nada. Lo único que “aportan” a la sociedad es más alboroto y desasosiego.
Pero no vamos hablar aquí de ese “pienso” de mala calidad que está sirviendo de alimento de masas y que tiene por objeto distraerlas para que no vean lo que está ocurriendo a su alrededor. Hoy vamos hablar de Europa. O mejor dicho de la Unión Europea, que de unión tiene más bien poco.
El espectáculo que nos están dando los que tratan de pastorearnos desde Bruselas es para alquilar balcones. Por cierto, un amigo que es muy mordaz en sus apreciaciones los llama “troupe de saltimbanquis”.
Aunque hay quien es más benévolo llamándolos incompetentes. Es verdad que ese adjetivo tampoco explicaría ciertas conductas. A lo mejor la respuesta hay que buscarla en la Psicología.
Es posible que algunos no obren con mala intención; de todo habrá. Aunque como dice el dicho, de buenas intenciones está empedrado el camino que conduce al infierno. Pero hay otros que lo tienen más claro puesto que su dios terrenal es el dinero. Miedo dan los que pertenecen a este grupo. Pero volvamos a Europa.
Durante mucho tiempo nos vendieron la idea de una Unión seria, estricta, transparente, que funcionaba con honestidad germánica. Pero, ¡qué ironía!, los hechos que se están viendo muestran lo opuesto.
La primera decepción llegó al principio de la pandemia. Todos recordamos aquella suerte de insidia que hubo con los cargamentos de mascarillas que venían de China. Incluso los más europeístas no sabían dónde esconder sus cabezas.
Fue como una señal, un mazazo, algo nos decía que no era oro todo lo que relucía en el ideal europeo que habíamos comprado. Había un gran desencanto con todo aquello que estaba ocurriendo.
Desde esa primera decepción pasaron tres años y todo fue a peor. Los que en teoría nos gobiernan lo único que demuestran es lo importante que es para ellos y ellas mantenerse en sus cargos; el dinero parece fortalecer el espíritu de resistencia.
Lo que está sucediendo me hizo recordar un anuncio en la televisión hispana de Miami de los años 80 del siglo pasado, de cuando este servidor vivía en esa ciudad, en el que aparecía un muchacho desgañitándose “¡aquí lo que importa es el cash!”. Y el dinero en estos tiempos parece importar más que nada.
Uno se pregunta cómo es posible que a estas alturas de la película pueda haber gente que se tome en serio las milongas de Bruselas. Dicen que la ignorancia es atrevida, aunque la inocencia lo es todavía más.
Lo de seguir creyendo en el “proyecto europeo” se ha convertido en una cuestión de fe. De otro modo es imposible creer en algo que no podemos ver ni tocar, y mucho menos controlar. Y que, además, cavilamos que está sirviendo de cortina de humo para esconder otras realidades.
Como decíamos al principio, las astracanadas se pagan bien en estos tiempos. Y cuánto más gordas mejor. Aunque su valor cambia en función de la resonancia que tenga la tribuna donde se digan. No es lo mismo hacerlo en la capital belga que en el consistorio de un pequeño pueblo de la Galicia profunda.
Es verdad que cuando las élites políticas pierden la brújula y comienzan a propalar insensateces para que los inocentes de turno se las crean algo grave nos está pasando como sociedad.
Lo que está ocurriendo tanto en el Parlamento Europeo como en Bruselas nos demuestra cuán alejados estamos de la realidad. Un alejamiento que, por cierto, tiene demasiadas similitudes con las del Senado romano del año 476 d.C.
Sacar conejos de la chistera no es ser realista. Es una ilusión que hay que dejar a los magos. Y en Bruselas esa magia la están practicando unos políticos que los ciudadanos europeos no hemos elegido, queriendo hacernos creer que Europa aún tiene algún peso en un mundo que nos ha cogido a todos con el paso cambiado.